• 23 abril, 2024

Dominicana asistenta de la familia Kennedy era confidente y le enseñó español a Primera Dama

Providencia ParedesMiguel Cruz Tejada

NUEVA YORK,- La dominicana Providencia Paredes, quien murió el miércoles de la semana pasada, fue asistenta especial, confidente, mucama y  también le enseñó a hablar las primeras palabras en español a Jacqueline Kennedy, entonces Primera Dama de los Estados.

La dominicana murió a los 90 años de edad en Washington DC, confirmó su hijo Gustavo Paredes a medios anglófonos.

El hijo dijo que su madre falleció a los 90 años de edad por complicaciones de salud y recordó que fue la primera persona de origen latino en trabajar en la Casa Blanca.

La dominicana, a quien  el presidente Kennedy, le gestionó varias visas de inmigrantes para sus hijos y otros parientes, se ganó la confianza a tal nivel de la Primera Dama, que se convirtió con los años en su confidente más cercana.

Pocos minutos después de que el presidente John F. Kennedy fuera asesinado, una de las primeras llamadas la recibió la señora Paredes, en la que Jacqueline le decía que necesitaba un traje nuevo de inmediato, porque el que llevaba puesto, estaba manchado con la sangre del mandatario demócrata.

También le pidió ayudar con el ataúd con el cuerpo sin vida del presidente, para que le diera asistencia al vicepresidente George Thomas, cuando el cadáver llegara.

Antes de morir, Paredes, concedió una entrevista el jueves 22 de noviembre del 2013 a la cadena Fox News en español, en la que relataba los momentos del asesinato de Kennedy.

«Tengo un traje azul y se lo envié a ella de inmediato,» dijo Paredes en español en la entrevista con Fox News Latino. «Acababa de enterarme  sobre lo que pasó con el presidente».

Paredes, quien vivía en la Casa Blanca, mantenía un registro meticuloso de las citas, los miles de trajes, llamadas telefónicas y la correspondencia postal de la señora Kennedy.

La dominicana que emigró de su país como una mujer joven, le hablaba en español cuando la Primera Dama, que no hablaba con fluidez el idioma, tenía un discurso en una comunidad latina o en algún país de América Latina y quería practicar ese idioma.

Paredes viajó con la Primera Dama en numerosos viajes oficiales y personales.

Pero ella no pudo acompañar al presidente y su esposa a Dallas, donde fue asesinado, debido a una obligación familiar.

«Fue raro, porque me llevaron por todo el país y el mundo», dijo Paredes en la entrevista.

Kennedy llamó a Paredes antes del viaje a Dallas, pidiéndole asegurarse de que la Primera Dama tendría un traje suficientemente claro  para el clima cálido de la ciudad. El resultado fue el vestido rosado.

Paredes fue una confidente, con la que  Jacqueline Kennedy  se desahogaba y lloraba en sus brazos, cuando tenía problemas con el esposo o frustraciones con algunos problemas propios de su ejercicio.

En una conversación intensamente privada, la Primera Dama dejó que sus lágrimas corrieran en una conversación con Paredes después de que ella regresó a la Casa Blanca a las 4:30 de la madrugada.

«Entramos en una habitación, sólo ella y yo, y ella se vino abajo», dijo Paredes. «Me dijo: que ellos pudieron haberme matado también”.

Añadió Paredes que la señora Kennedy  tenía mucho miedo.

Parte de  su trabajo era dar el apoyo y confortar a la Primera Dama de los Estados Unidos.

«Ella siempre confió en mí, siempre estábamos juntas», dijo Paredes.

Justo antes de la conversación con Kennedy, Paredes había caminado alrededor de la Casa Blanca con la Primera Dama y su hermana, Lee Radziwill.

Al repasar la secuencia de los acontecimientos en torno a una tragedia que desafió todos los análisis, Radziwell en un momento dijo, según Paredes, «Tal vez si hubieras estado en este viaje, no habría ocurrido.»

«Yo no supe muy bien qué decir», dijo Paredes. «Le dije que de todos modos habría sucedido, estando yo allí o no, fue el destino”.

Paredes dijo que en los últimos años de su vida había realizado numerosas visitas a las tumbas del presidente Kennedy y de la Primera Dama, quien instruyó en su testamento que a su asistenta y buena amiga recibiera $ 50.000 dólares de su fortuna, una suma considerable en esa época.

Paredes comenzó a trabajar para el presidente Kennedy cuando él era soltero y senador de Estados Unidos.

Ella era una residente permanente legal cuando lo conoció, y se convirtió en ciudadana de Estados Unidos poco después.

La ayudó a traer algunos familiares desde la República Dominicana.

«Él y Jacqueline siempre fueron muy buenos conmigo, mis hijos y toda la familia», dijo Paredes.

«Cada vez que viajé con ellos, se aseguraba de que no hubieran actividades para mis hijos.», relató la dominicana en la entrevista.

Gustavo, el más joven de los hijos de Paredes, creció con John Kennedy Junior y  ambos estaban en edades contemporáneas.

«El presidente y la Primera Dama fueron siempre muy generosos y amables conmigo», dijo Gustavo Paredes, ahora de 54 años. «Ellos siempre me hicieron sentir parte de la familia. Ellos me invitaban a cada almuerzo y cena en los que participaban. Nunca hubo ningún tipo de distinción”.

Jacqueline Kennedy pidió Paredes a seguir trabajando con ella después de que salió de Washington DC y se trasladó a la ciudad de Nueva York.

Paredes trabajó por cerca de un año, hasta que la señora Kennedy terminó de armar un nuevo personal.

Paredes volvió a Washington DC para reunirse con sus dos hijos y su madre.

Luego trabajó para el hermano del presidente, el senador Robert Kennedy, que viajaba con él en 1968, cuando estaba en Los Angeles en la campaña por la presidencia.

Ella estaba en su habitación en el hotel “Ambassador”, cuando recibió una llamada inquietantemente similar a la que le hicieron sobre la muerte del presidente Kennedy.

«Me estaba vistiendo, lista para bajar, cuando me dieron la noticia,» dijo ella. “Le habían disparado”.

Hasta el día de su muerte, Paredes mantuvo lazos con el clan Kennedy, asistiéndolos en diversos asuntos. Su hijo Gustavo pasó muchos veranos saliendo con John Junior en Nueva York, y se deleitaban en la búsqueda de formas creativas para esquivar los paparazis.

Providencia Paredes aseguraba que  nunca había logrado superar del todo, los oscuros días después del asesinato del presidente Kennedy.

«Eran tan cálidos, entregándose a la gente», dijo de los Kennedy. «Son muy filantrópicos. Es verdaderamente triste que se vean afectados por tanta tragedia y la desgracia. Es simplemente inexplicable”, decía la dominicana.

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