• 19 abril, 2024

Iglesia salvadoreña espera pronta canonización de monseñor Romero

monseñor RomeroSan Salvador, (ANDINA),-  La iglesia católica salvadoreña, al conmemorar este jueves el 36 aniversario del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, abogó por su pronta canonización y anunció que iniciará un proceso para elevar a los altares a unos 1.000 mártires de este país.

«Esperamos que pronto tengamos la alegría de asistir a la canonización de monseñor Romero y a la beatificación del padre Rutilio Grande», aseguró el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, al recordar a Romero en la misa crismal de Semana Santa, en la catedral capitalina.
Luego de ser beatificado el 23 de mayo de 2015, el Vaticano necesita comprobar milagros de Romero para canonizarlo.
Para Escobar, este jueves se celebra «la fiesta» de monseñor Romero quien «comenzó su vida en el cielo un día como hoy, el 24 de marzo de 1980 cuando fue martirizado».
Monseñor Romero, defensor de la opción preferencial por los pobres, fue asesinado por un francotirador durante una misa, un día después de dirigirse a los soldados en su homilía: «Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cesen la represión».
En 1993, una Comisión de la Verdad de la ONU identificó como autor intelectual del crimen al mayor del Ejército y líder de la derecha salvadoreña Roberto D’Aubuisson, quien murió de cáncer en febrero de 1992.
Tras la beatificación de Romero, la iglesia católica inició el proceso diocesano de canonización del sacerdote Rutilio Grande, asesinado por agentes de la ahora proscrita Guardia Nacional, el 12 de marzo de 1977.
Además de Romero, Escobar dijo que El Salvador también tiene otro obispo mártir del que poco se habla, monseñor Roberto Joaquín Ramos, obispo de los militares, quien fue asesinado el 25 de junio de 1993.
Ramos, que como obispo castrense sabía de uniformados involucrados en actos delictivos, fue asesinado en la ruta entre el aeropuerto internacional y la capital. Su asesinato permanece impune.
Para Escobar, El Salvador tiene «verdaderos testigos de la fe» y su número sobrepasa los 1.000 mártires, entre sacerdotes, religiosas y celebrantes de la palabra de Dios que ofrendaron sus vidas al desarrollar su misión pastoral durante la guerra civil (1980-1992).

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