• 25 abril, 2024

No hay inventos

Por Julio Martínez Pozo

Ni le ha expresado, ni insinuado a nadie que ande en aprestos de desmeritar una reforma constitucional que está llamado a legar como impronta, no sólo porque está consciente de que la reelección continua está expresamente prohibida, sino porque no tiene la menor necesidad de agenciarse un rol miserable en la historia.

Los líderes que en nuestra accidentada historia han decidido consumir hasta la última gota de su suerte, han estado impregnados de una percepción escatológica de su propio futuro.

Cuando monseñor Adolfo Alejandro Nouel y otros personeros encariñaron a Horacio Vásquez de que desconociera la Constitución vigente y que se apegara a una anterior para prolongarse el período y encima experimentar una nueva postulación, le hablaban a un hombre que desandaba los últimos pasos de la vida y que prefería que la parca le sorprendiera en el  poder.

Cuando un grupo le fue a rogar a Trujillo, para que por el supuesto bien de la patria, buscara un nuevo período, les respondió que seguiría montado a caballo, porque no concebía otra respuesta. Era el poder absoluto o la muerte, sabía que si se desmontaba del caballo, nada halagüeño  le aguardaba.

Balaguer no sólo se quedaba porque lo quería, como lo deseó siempre, también porque razones fácticas se lo imponían, hasta que el pueblo se hastió de continuismo y las mismas fuerzas fácticas que los sustentaban experimentaron virajes. Tenía motivaciones poderosas para temerle al día después, y por eso en 1978 maniobró para irse a la casa, con el control del Senado, igual que decir en esos momentos con el control de la Justicia, y en los diez años posteriores se fue, acomodando las circunstancias futuras.

Ulises Heureaux, sabía que lo de él era aguardar el tiro de gracia en el poder. Si no se lo lambían en Moca, lo iban a matar en Baní, donde hubo un frustrado intento de ajusticiamiento anterior al que  se ejecutó en la patria chica de Mon. Si bajaba del poder se moría en la víspera. No podía retirarse a la tranquilidad con tanta deuda de sangre.

En la época de Buenaventura Báez, o se estaba arriba, o se estaba abajo, tomando las armas para volver arriba. Por un quítame esta paja, el que estaba arriba montaba un proceso y te terminaban condenando al patíbulo, de modo que el que pudiera estar en control del mando, ni por el Diablo quería aflojarlo.

Leonel Fernández es un demócrata colocado ante el espejo de un panorama que no le puede ser más favorable.

Le entregaron el abanderamiento de un partido minoritario y bajo su liderazgo, se ha instituido en la primera fuerza del país. Esa organización lleva cuatro elecciones consecutivas construyendo mayorías superiores al 50%, y si las  presidenciales del 2012 se produjeran en un mercado electoral proyectado como está, su partido las gana.

No se expone al sobresalto de la desconsideración, primero porque ésta jamás provendría de parte de los suyos, pero además ningún líder ha tenido el privilegio de salir de la presidencia de la República con tanta popularidad e influencia.

Las puertas del retorno les quedan abiertas, así como las del respeto y la admiración de la sociedad.

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