• 25 abril, 2024

Periodismo y Política

De Rafael Núñez

Desde que ingresé a la actividad política guiado por el pensamiento del profesor Juan Bosch, una de las cosas que aprendí del maestro es que quien participa de ella, lo primero que debe hacer es colocar la cabeza sobre la mesa. Las acciones políticas tienen un gran parecido con las operaciones de la guerra. En la política, hay que tener conocimiento sobre su funcionamiento y aprender de los errores para avanzar, guiado por una fuerza suprema, de manera que nuestras acciones sirvan a los intereses de tener un mejor país. Ese debe ser el norte de quienes actuamos en política porque ese es el legado que nos dejaron Juan Pablo Duarte y Juan Bosch.

Política y periodismo, sin embargo, no tienen que, necesariamente, vivir separados. Deben, sí, ser fuentes de valores morales que sirvan a una sociedad para engrandecerse, para enseñar a los ciudadanos y ciudadanas a mejorar su condición humana. Cuando el ser humano pasa la prueba de la política sin contaminación, como ocurrió con el ilustre maestro Juan Bosch, esa condición de integridad política no se pierde ni siquiera con la muerte.

En el pasado reciente de la historia contemporánea de la República Dominicana, se orquestaron campañas siniestras contra el extinto político y líder del pueblo dominicano, Juan Bosch. Los años han pasado después de su muerte y el legado que ha dejado de honestidad, probidad, entrega, disciplina y sacrificio personal sirven de abono a la tierra que cubre su féretro.

El periodismo, como la política, es para aquellos hombres y mujeres que están dispuestos al sacrificio, a la entrega. El periodismo es el mejor escenario para debatir las ideas, para contrastar realidades e interpretarlas sin prejuicio, sin vacilación y sin temor.Decía José Martí lo siguiente: «La prensa debe ser examen y la censura, nunca el odio ni la ira, que no dejan espacio a la libre emisión de las ideas.

Nunca se acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa: se acepta lo que viene en forma de razonado consejo».  En el año 1892, en un artículo publicado en el periódico Patria, el apóstol cubano definía una de las misiones del periodista de la siguiente manera: «Odio la pluma que no vale para clavar la verdad en los corazones y sirve para que los hombres defiendan lo contrario de lo que les manda la verdadera conciencia, que está en el honor, y nunca fuera de él».

El periodismo por el que abogó Martí no se asocia a la cobardía y la vacilación cuando de la verdad se trata. A los males sociales de hace 200 años, se han sumado otros que son el resultado de la ambición del hombre por hacer dinero fácil, seducido por el flagelo del narcotráfico y de otras lacras. Para enfrentarlo, hay que hacerlo con valor, sin vacilación y con la certidumbre de que en esa guerra todos estamos expuestos, no importa qué posición ocupe en la sociedad.

El periodismo lo hace, y seguirá haciéndolo en las plumas de aquellos que, como decía Martí, están dispuestos a defender con su vida lo que son capaces de escribir. Son muchos los colegas que han muerto por enfrentar las lacras sociales, como las bandas de narcotraficantes.

El tráfico de drogas a gran escala es, desde hace muchos años, un sistema global de producción, transportación, comercialización y consumo que involucra gobiernos, entidades y prestantes figuras públicas a nivel mundial. Europa, Asia, África y América Latina son parte del tablero de los intereses de las drogas; son zonas del mundo que representan puntos geo estratégicos en este ilegal y complejo negocio. La República Dominicana, antes puente del tráfico de drogas, es hoy receptora de parte de ella, de manera que la guerra contra las drogas no es un combate estúpido, perdido e inútil como han afirmado voces en estos días al sostener sobre la inutilidad de la confrontación con las redes del narcotráfico.

En este nuevo desafío que representa el narcotráfico, los gobiernos, la sociedad civil, las iglesias y los medios de comunicación deben cumplir con su responsabilidad social. El periodista está llamado a cerrar filas contra éste o cualquier otro mal que afecte a nuestra sociedad. No importa la investidura, como es mi caso de funcionario del gobierno, porque esta última es pasajera. Lo que no es pasajero, es la condición de periodista.

El periodista debe cumplir con su responsabilidad, que es buscar la verdad sin importar a quién pueda molestar.Si nos involucramos en hacer el libro «Figueroa Agosto: El Poder del Narco», se debe a que el instinto periodístico es una fuerza que no se puede detener cuando está movida por el servicio a la verdad y al bien común.

Es cierto que desde el propio gobierno al que he servido con entrega y pasión, al que he dado mi esfuerzo y al que he defendido, hay personajes que se me acercaron a los cuales respeto, a los fines de comentarme su desacuerdo con la publicación de esta obra en este momento, por razones que no voy a dilucidar públicamente. Respeto sus comentarios, pero siento decirles que no los comparto.

Si este libro no se publicaba o no salía, como pretendían fuerzas, dentro y fuera del gobierno, el periodismo habría perdido una batalla. La libertad que tiene el periodista para emitir sus opiniones y juicios, no va a sucumbir en mi persona, por una posición pasajera de funcionario público o por temor a chocar con sectores. No me iba a autocensurar a pesar de que sectores dentro del gobierno comenzaron a opinar desconociendo su contenido, unos por temor y otros por otras razones. Respeto sus ideas, pero debo dejarme guiar por mi condición de periodista, que no la voy a perder aún después de muerto.

En la edición de este libro «Figueroa Agosto: El Poder del Narco», hay personas a las que agradezco con todo el corazón su entrega para que todo saliera bien, pero el sentido de gratitud se lo expreso por la confianza que tienen en mi persona. Son ellas cuatro mujeres que laboraron en él y a las que debo que hoy este libro sea una realidad. Debo mencionar a funcionarios públicos que han sido responsables en este tema, cuyas familias corren y seguirán corriendo riesgos.

Me refiero a los mayores generales Guillermo Guzmán Fermín y Rolando Rosado Mateo, quienes por su entereza hicieron posible la captura de Figueroa Agosto y Sobeida Félix Morel.

La destacada y decidida participación de las actuales autoridades de Puerto Rico fue fundamental para colocar tras las rejas a estos señores. Me refiero, especialmente a Javier Peña, Jefe Regional de la DEA y José Figueroa Sancha, Superintendente de la Policía de Puerto Rico.

El pueblo dominicano les ve con respeto y agradece que no se hayan doblado en el cumplimiento de su misión. Por eso, dedico este libro a quienes desde una función pública no se dejan doblegar por el oro corruptor, por las intrigas, el chantaje, ni el miedo, y ponen en riesgo hasta sus hijos por cumplir como ciudadanos ejemplares.

Pido al Todopoderoso que le dé valor a quien no lo tiene; paciencia al impaciente; serenidad al violento; prudencia al imprudente y humildad al egoísta.

*Palabras del periodista Rafael Núñez en la presentación del libro Figueroa Agosto: El Poder del Narco

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