• 18 abril, 2024

Sonajero

Grisbel Medina

Gula de la ventaja

En la cuesta camino a Constanza y en el mismo municipio el hambre tropieza con los sembradíos de papa y las hermosas estancias veraniegas de gente acomodada. En casa de Altagracia Quezada en La Pita de Constanza, la mitigan haciendo macutos y casabe para vender a las almas del camino. Allí, cerquita de su fogón conocí la ternura de una familia que no extiende la mano por limosna, sino que lucha para ganarse el sustento que otros, más sabichosos, se roban.

En la misma Constanza donde la pobreza y el trabajo infantil la disfraza el comercializado paraíso del frío montañoso y la cascada de Aguas Blancas, conocí una muchacha que visitaba a un enamorado, con un bebé en cada brazo, porque él, al menos, le daba cien pesos para comer. Si parte el alma saberlo, quiebra la impotencia porque la falta de trabajo, la irresponsabilidad paterna y la pobreza, mil veces la pobreza, empuja a las mujeres a un camino nada venturoso.

Hay otro tipo de hambre que nada tiene que ver con estómago. Es la gula de la ventaja, del aprovechamiento, del todo lo quiero, de si no es mío no es de nadie. Es el apetito viral de aquellos que si van a un sitio comen y procuran para llevar y de quienes si le tocan tres taquillas, atormentan al jefe para procurar siempre más.

Contra esa bulimia humana me he pronunciado muchas veces. He visitado casas atestadas de cosas por las que sus dueños pelean en la calle y luego ni siquiera utilizan.

Hace varios años, en el concierto de Luis Miguel, vi a un enano comentarista de televisión cargar con diez cojines tatuados con la mirada pálida y dizque sensual del astro mexicano. A la salida parecía un atolondrado malabarista cargando con el montón de almohadillas.

El ambiente donde navego está cundido de camisetas, gorras, paraguas, vasos y otros artículos promocionales.

Increíblemente mucha gente se enemista con quien reparte, si por cosa de la vida no le toca aquello que probablemente jamás usará. Los más pechuses asaltan a ejecutivos y jefas de fiestas para solicitar una habitación extra para familiares, un plato de cena, un chin de gasolina, una ronda de whisky, en fin, ventajas de la glotonería insaciable.

El año pasado, la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO) informó que 950 millones de personas sufren de hambre en el mundo. O sea, 950 millones de almas que carecen de un pancito, de lo esencial para vivir, mientras otros, con esa necesidad resuelta, trotan en el universo detrás de lo que no es suyo, de las flores ajenas en un coctel privado, de un hot dog extra, de la papa del otro.

¡Qué fuerte!

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