• 18 abril, 2024

Sonajero

Grisbel Medina

Ayer

El ayer es implacable. Se escurre tan rápido como el presente, ese que no sabe de mañana como reza el salsero aquel. El remeneón de 8.8 grados de Chile, ese pálpito feroz con origen en el Pacífico, es el ayer que se repite en secuelas de escombros, dolor, muerte y hambre en las zonas afectadas.

El tiempo, severo cuando estamos gozando, convertirá en ayer la herencia trágica del terremoto que partió una parte del pueblo chileno acostumbrado tanto al frío como a vibrar de orgullo bailando cueca.

Antes de que Haití fuera condenado a ser un tipo de “ayer”, Virginia Read, la amiga que tengo en Oviedo, echó a rodar la alerta después del terremoto que taló la piel de Puerto Príncipe. Al desempolvar el viejo adagio: “Cuando las barbas de tu vecino veas arder, pon las tuyas a remojar”, se preguntó si la Patria que le corre en las venas está preparada para plantarse y responder efectivamente en caso de ocurrir un fenómeno así.

Porque “lejos de la vorágine las cosas se ven más claras”, Virginia recomendó aprovechar ser la base de muchas de las operaciones de ayuda a Haití para aprender, organizarnos y, en sus palabras, exigir ayuntamientos fuertes e independientes en cada provincia, escuelas y hospitales decentes y bien construidos, donde se practiquen simulacros, así como Ejército, Bomberos, Policía y Defensa Civil instruidos y con material apropiado.

No la crean loca e ilusa, que de ambas no tiene un pelo Virginia.

El caso es que luego del rugido de la tierra en Chile (donde han ocurrido cinco de los diez terremotos más fuertes del mundo) y parada frente a la luna redondita que acompaña a los caminantes de Viña del Mar, pienso en la república del concón con habichuelas donde los políticos y el gobierno gastan más en photoshop y placas de reconocimiento que en políticas ciudadanas para, por ejemplo, educarnos en materia sísmica y poner a raya la violencia intrafamiliar.

Chile está acostumbrado al balanceo de la tierra. Por eso hay normas antisísmicas y tendrá algunas constructoras en los tribunales por no cumplirlas.

La gente está tan educada que luego del sismo que nos sacudió la vida la madrugada del sábado, sobraron linternas, consejos certeros y manos para calmar el pánico de gente diestra bailando merengue pero ignorante en asuntos fundamentales.

Aprendamos de prevención y mitigación de desastres.

Somos dueños de tres fallas tectónicas anidadas en la isla y fuerza probada para hacernos valer. Eduquémonos para que una posible desventura no sea como el amor de Héctor Lavoe, un triste y abatido periódico de ayer.

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