• 24 abril, 2024

Sonajero

Por Grisbel Medina

La política, compay

En campaña partidista se ve de todo. Los últimos años registran cosas impensables. El hambre de poder y reconocimiento de ciertos líderes lila costean cientos de personajes adheridos convenientemente al hombre que actualmente está subido en el palo y aspira a quedarse hasta que vida tenga. Con tal de quedarse en la silla dorada, el mandatario acepta y recibe a todo el ser vivo con tal de seguir transitando el prometido nuevo camino que ya es un sendero gastado, empedrado y nada iluminado.

En la pasada contienda electoral pasaron de cien los movimientos de apoyo que auparon su candidatura reelegida.

Ahora, con tal de apiñar votos para que su partido barra en las municipales y congresionales, caravanea por barrios olvidados, apartados de su interés y prioridades. El Presidente no va a todas partes. No en todo sitio estrecha manos, sonríe y practica el don de conversador. En el barrio pasa de largo y no concede entrevistas. Al repartir cajitas, entrega siete, abraza dos viejas y vuela rápido con temor a que la miseria se contagie.

A propósito, el Presidente no se ha pronunciado sobre el escándalo de la torre Atiemar, la misma que  avaló con el primer picazo. La propiedad de un español apresado en su país por un millonario alijo de drogas, fue bendecida por él y financiada por un banco del Estado. Pa’ que lo sepas, el mismo banco que  hastía con tanta burocracia, fue generoso con las renombradas figuras, incluídos militares y ministros que aparecen como propietarios de los costosos apartamentos.

En los partidos políticos desapareció la mística que al menos antes disimulaban.

Bastó calendarizar un período de seis años en el Ayuntamiento y el Congreso para que saltaran grillos. Los que aspiraban a reelegirse se marcharon de sus organizaciones echando peste porque no fueron escogidos.
¿Qué les dirá la conciencia cuando el enemigo de siempre le levante la mano frente a un auditorio de banderas de otro color?

 En Santiago, el ajedrez se movió bastante para terminar con una jugada vieja. El Presidente mareó a todo el mundo y se burló de los aspirantes morados al concluir levantando la mano al camaleón rojizo de José Enrique Sued. La decisión irrevocable de la cúpula de su partido puso a rabiar a un hombre de por sí vertical y médico responsable, Gilberto Serulle, quien recogió su equipaje morado para darle una tintura blanquecina en el nido del jacho prendío, o sea, el PRD.

En el béisbol dicen que la pelota es redonda y viene en caja cuadrada. Qué ocurrirá en la política criolla, la cual baila la danza de los millones para ver quién se queda con los privilegios de una posición, el sueldazo y presupuesto seguro durante dos mil 190 días.

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