• 25 abril, 2024

Sonajero

snajero.jpgGrisbel Medina R.
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Al descubierto

Alojar intencionalmente un “elemento” como prueba para imputar a una persona, es un delito. Y quien lo ejecuta -aunque luzca corbata- es un delincuente. Recientemente las “inofensivas” redes sociales trajeron al ruedo una práctica comentada por lo bajo y que está claro que no ha sido superada en el país.

Cuando vi el video donde José Miguel Cuevas, hoy renunciante fiscal de Ocoa, deja una pistola en el colchón de una familia pobre, con el aparataje y el abuso que solo se da en hogares de esa condición, entendí que ya tocamos fondo en el renglón arbitrariedad. Y probablemente mucha gente inocente cumple condenas injustas en las sobrepobladas cárceles del país ¿A cuántos no le habría pasado lo mismo? Está claro que muchos no han tenido un video que hablara por ellos.

El fiscal de la pistola en el colchón, aparte de mostrar destrezas en esas lides, es probable que fuese alumno de alguna escuela de teatro por el dramatismo con que sostiene el arma e invita a sus acompañantes a sacar un papelito -que se nota conocía- donde refiere que ésa, la pistola que él se sacó de su bolsillo y colocó en la habitación, es para usarse en “trabajos de encargo”. ¡Qué talento el de Cuevas!

Prisión preventiva es lo mínimo que debería pesar sobre Cuevas, un representante del Ministerio Público que en el papel debe “representar a la sociedad mediante el ejercicio de facultades de dirección en la investigación de hechos con carácter de delito, de protección a las víctimas y testigos, así como sustento de la acción penal pública”. Pero eso es en el librito, porque Cuevas, quien ya es ficha conocida en varios escándalos, incluyendo figurar en la escena donde la Policía mata a dos personas, tiene abogados recusadores de jueces para dilatar su entrada ganada a la cárcel con “chao” al mediodía. Esperemos el próximo capítulo. Por cierto, ¿Quién se quedó con la pistola?

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