• 19 abril, 2024

Sonajero

Ébola, VIH, Miedo

Grisbel MedinaGrisbel Medina R. 
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Las secreciones corporales del ébola son letales. La enfermedad es capaz de hincar el mundo, tanto como nos mantiene el Estado Islámico al invitar por internet a la macabra cita con rehenes decapitados. El ébola sigue brotando como el río de Zaire por el cual fue nombrado en la década del setenta.

República Dominicana, donde la gente se muere de dengue y el pasado fin de semana once niños fallecieron por fallas en el sistema de oxigeno, no está preparada para responder ni siquiera ante un primer caso. No hay hospitales para aislar un paciente contagiado ni personal médico entrenado para atenderle.

Cuando el virus del VIH comenzó a desplazarse por la fuerza del cariño sexual, el implacable estigma social recayó en la comunidad homosexual y las personas adictas a las drogas, porque ésa era una enfermedad de “ellos”. El tiempo abofeteó la cara de quienes así pensaron.

También nos atrapó otra enfermedad, una que aniquila más despacio. Se trata del miedo. Ese que obliga a diseñar viviendas más parecidas a una fortaleza que a un hogar. El miedo a ser discriminado en una sociedad que excluye por rizos en el pelo, negritud en los labios y la sabrosa i del cibaeño.

El miedo de la madre y el padre que esperan el regreso a salvo de la muchachada en ruta universitaria. El miedo a ser asesinada a tubazos por un marido que juró amarte. El miedo a reclamar tus derechos por temor a la mirada burlona de los poderosos que siempre logran el archivo de sus expedientes. Y así, una amplia lista de temores que coartan la libertad, la expresión, la convivencia. Y un ser sin libertad, sin oportunidades, acorralado en la pobreza y la impotencia, es esclavo de una muerte lenta.

El ébola, VIH y el miedo, es la tripleta que lastra el presente y condena el sol del futuro.

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