• 19 abril, 2024

Sonajero

snajero.jpgGrisbel Medina R.

Por el fregadero

Solo dos presas con agua operando en números rojos y seguimos derramando el agua como si el recurso fuera infinito.  La escasez solo se lamenta cuando llega el momento de la ducha y el grifo no responde. Por demás desperdiciamos el líquido tan necesario para todos los procesos cotidianos, para todas las tareas realizadas por la humanidad.

El mundo tiene sed y padecemos una terrible iliquidez de agua potable. En países africanos, miles de niños y niñas mueren por enfermedades evitables si tuvieran agua para tomar y lavarse las manos. A kilómetros de distancia, en esta islita amada del Caribe, asistimos a la cultura de la llave abierta, al regadío gustoso de jardines y a “echar agua” por gusto en las viviendas.

La naturaleza envía señales muy claras de su descontento. Y también de la dolorosa merma de sus atributos fruto de la explotación sin piedad que los seres humanos hemos patrocinado. “Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero”, reza una frase de origen indoamericano.

Velar por la tierra, los árboles, agradecer el aire que se respira, es una manera de amar la vida y al prójimo. Cuidar lo que tenemos garantiza la vida a generaciones futuras. Continuar el curso del derroche, indefectiblemente borrará la huella humana de la tierra. En tus manos y en las mías está la posibilidad de racionalizar. No desperdiciemos ese rocío bendito y vital para respirar. No esperemos a no tener agua para apreciar lo que tanto hemos recibido.

“El agua, el aire y la limpieza son los principales productos de mi farmacia”, decía Napoleón Bonaparte. Y “miles de personas han sobrevivido sin amor; ninguna sin agua” escribió el poeta Wystan Hugh Auden. Ya lo sabes, no dejes que la vida junto al agua se vaya por el fregadero.

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