• 24 abril, 2024

Uribe atribuye entrada de helicóptero venezolano a un error

EP- Prudencia. Es lo que pidió el Gobierno colombiano ante un nuevo incidente en la frontera con Venezuela. Un helicóptero militar de este país invadió el espacio aéreo colombiano y sobrevoló Arauca, al noreste del país, durante unos 20 minutos, a pesar de la presencia de una brigada del Ejército.

El hecho ocurrió el miércoles a las 9.30. Fue el ministro de Defensa, Gabriel Silva, quien lo denunció en conferencia de prensa. Calificó el episodio de «no accidental». Además, desde la cancillería, se tachó el suceso de «inaceptable» y en un comunicado dejaron claro que «en una actitud prudente las fuerzas militares colombianas no reaccionaron». De inmediato se envió una nota de protesta pidiendo explicaciones.

Al mismo tiempo, desde Davos, el presidente, Álvaro Uribe, pidió de nuevo prudencia. «Siempre, históricamente, Colombia ha interpretado eso como errores y no queremos pensar que no es nada distinto a un error».

El sobrevuelo del helicóptero es un elemento más en las tensas relaciones que mantienen ambos países y que se agravaron el año pasado tras el polémico acuerdo alcanzado entre Colombia y Estados Unidos que permite a los segundos la utilización de siete bases aéreas, y que el presidente venezolano, Hugo Chávez, cree que servirá de punta de lanza para una supuesta invasión estadounidense a su país.

Para el congresista conservador Santiago Castro, vicepresidente de la Cámara de Representantes, el suceso del helicóptero fue una «evidente agresión militar y una provocación». Castro pidió que en cuanto se inicien las sesiones legislativas, en marzo, se celebre por fin un debate sobre las posibles medidas militares, políticas, económicas y diplomáticas y de seguridad frente a posibles agresiones militares externas.

«No tengo duda que el helicóptero cumplía una tarea de reconocimiento, de vigilancia y fotografía aérea», aseguró Castro a este periódico. Sus declaraciones se basan en la afirmación del ministro Silva: los pilotos sabía dónde estaban, eran plenamente conscientes del territorio que sobrevolaban.

Aunque el Gobierno colombiano siempre habla de prudencia, desde finales del año pasado el titular de Defensa ha sido claro: «Nos estamos preparando para evitar una agresión», en referencia a las inversiones «necesarias» que están acometiendo para tener capacidad de disuasión y de reacción».

Hasta el momento, se ha destinado una partida considerable de dinero para mejorar la capacidad de respuesta del Ejército y las demás fuerzas. El temor de Bogotá, aunque el ministro Silva lo niegue, es que Colombia entre en una carrera armamentista amparado en una disculpa: que el vecino país no les sorprenda con las manos vacías.

«¿Sólo hay recomendaciones sobre compra de armamento o ya se están comprando armas?», se preguntaba alarmado, a finales de diciembre, el analista León Valencia. El tema inquieta bastante en Colombia, ya que por este camino las relaciones bilaterales de ambos países sí se pueden convertir, fácilmente, en un polvorín.

A finales de 2009, la detención de supuestos espías colombianos en Caracas echó aún más leña al fuego. Venezuela derribó puentes que unen poblaciones de las dos naciones, arreció sus duros agravios verbales -«provocaciones», como las califica el canciller colombiano, Jaime Bermúdez-, hubo cierres de frontera e incluso se adoptaron medidas unilaterales en asuntos comerciales, lo que Bogotá calificó como violación de tratados. Este último asunto, que ha llevado a la ruina a empresarios colombianos, ha supuesto demandas de los dos países ante la ONU.

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