• 19 abril, 2024

Visiones de “El Corte”

De Julio Martínez Pozo

¿Por qué el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, recibió sin darle crédito la transmisión cablegráfica que daba cuenta del presunto asesinato de 35 mil haitianos por parte de militares dominicanos en 1937?

En el ensayo “1937: A Cuchillos largos en el Caribe”, Danilo P. Clime dice que “lo desmesurado del crimen aterró tanto que desde su inicio mismo esquiva las posibilidades de ser ponderado en sus concretas realidades. Hasta parecía una fábula macabra. Esta condición alimentó las posibilidades de que las primeras denuncias no recibieran la debida credibilidad”.

Más de siete décadas después, ocurre lo que no se dio en los primeros años, la mayoría de los que opinan sobre el hecho le dan crédito a la alta suma de muertos sin que aparezcan los sustentos de la aseveración.  Desde luego que la repulsa que aún despierta esa catástrofe no tiene por que ser variada.

El historiador Euclides Gutiérrez Félix ha insistido en cuestionar la alegría de la cifra. En su obra “Haití y la República Dominicana/ Un origen y dos destinos, sostiene: “El Corte’ fue ejecutado sobre la base de un criterio y ordenamiento selectivo y es conocido que la inhumana disposición no fue aplicada en los ingenios azucareros, propiedad de capital estadounidense.

“Testimonios de autoridades militares y civiles involucradas en una u otra manera en la operación, afirman que el número de víctimas no era superior a las 6,000 aunque al final de su vida, el 11 de mayo de 1961, Trujillo, bastante pasado de tragos, en el parque de Puerto Plata, enfatizó que las víctimas ascendían a 30,000 y cuando un miembro del grupo de funcionarios que le acompañaba le requirió, a su criterio, que la cifra era muy elevada, Trujillo, sin molestarse, respondió “no importa que sea mentira, hay que decir que son 30,000 para asustarlos”:

La posición de Gutiérrez Félix es concordante con la del historiador Bernardo Vega, quien dice al respecto que “consecuentemente, un estimado de entre 4,000 y 6,000 víctimas nos parece el cálculo más correcto, y que cuadra con el estimado suministrado por la Legación norteamericana en un documento para consumo interno de Washington, en septiembre de 1938”.

Leyendo a Frank Moya Pons,  en “La Otra Historia Dominicana”, apresuro una conclusión que espero que no me genere malas interpretaciones: la masacre del 37 fue una bárbara consumación de una tarea pendiente desde  la gesta independentista de 1844. La frontera trazada por el acuerdo de Aranjuez en 1777, fue alterada por la invasión  en 1822 y quedó desnaturalizada  aún con el desalojo de las tropas haitianas.

Se fueron los militares, no así la ocupación pacífica de varios pueblos dominicanos por ciudadanos haitianos, que con el tiempo no hizo más que incrementar.

A Trujillo se le quisieron adelantar los soldados españoles que ocuparon el país con la anexión,  que concibieron un operativo militar para desalojar a los haitianos de la parte dominicana, pero el estallido de la Guerra Restauradora impidió la acción.

“La ocupación haitiana, narra Moya Pons, se había extendido por todo el litoral sur hasta las cercanías de la actual Barahona, por los pueblos y aldeas ubicados entre Jimaní y Azua, y entre Hincha y San Juan de la Maguana, así como entre Dajabón y Mao. Ninguno de los acuerdos resolvió el problema.

“El gobierno de Trujillo puso fin a la ocupación de esas tierras con la matanza y expulsión de los haitianos en el otoño de 1937”

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