• 23 abril, 2024

Cultura viva

cultura-viva.jpgPor Lincoln López

La gran oportunidad

Un devastador terremoto ocurrido la semana pasada ha puesto de rodillas a  una de las naciones más desarrolladas del mundo: Japón, geográficamente ubicada en una de las zonas sísmicas más activas del mundo, y esta actividad le ha permitido desarrollar todo un sistema preventivo para paliar los efectos de esos fenómenos.

Según los especialistas, el movimiento telúrico de 8.9 en la escala de Richter ha sido el más potente que ha estremecido a Japón en toda su historia conocida.

Me uno a esa mayoría de la humanidad que se ha sentido afligida y atenta por esa situación, y deseo de corazón que el pueblo del “sol naciente” se levante sobre esa adversidad como lo hiciera en el pasado luego de las amargas experiencias atómicas de Hiroshima y Nagasaki de 1945 (al momento del impacto 200,000 seres humanos murieron),  y nuevamente transite,  por los caminos del florecimiento económico, educativo y cultural.

Otra parte, puede estar pensando de manera distinta.

En el cuadro trágico de muertes, desapariciones, tsunamis, destrucciones…ha llamado la atención, los graves daños causados por el fenómeno en algunas de las 55 plantas de energía nuclear que tiene todo el país, y los medios de comunicación señalan específicamente los reactores instalados en la ciudad de Fukushima, a tal extremo, que “las autoridades locales prácticamente han perdido control de la situación en la central”.

Esperanzado de que no ocurra lo peor, lo cierto es que el  tema de la energía nuclear  ocupa un lugar importante en los debates mundiales. Se habla de su inconveniencia por su alta peligrosidad y  de la capacidad mínima del ser humano para detener las terribles consecuencias por accidentes humanos o naturales. No podemos controlar permanentemente las miles de toneladas de material radiactivo fabricado artificialmente.

No se vislumbra a corto plazo la posibilidad de un depósito seguro y durable por miles de años para desechos nucleares. Por otro lado se afirma que este tipo de energía tiene bondades como “el costo para el consumidor, reduce el consumo de las reservas de combustibles fósiles, evita la emisión de grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera…”, aunque el accidente cambia por completo el panorama, es el caso de la planta nuclear de Chernobil de 1986 ha sido considerado como “uno de los mayores desastres medioambientales de la historia”.

Las catástrofes son retos y oportunidades para quienes las padecen y para quienes las observan en la acera de enfrente o rondando en el aire como los buitres.

¿Serán congeladas o prohibidas ese tipo de energía?

¿Será desmantelada esta tecnología?

¿Será privilegiado su uso para las naciones dominantes?

¿Será la alternativa  y su alta rentabilidad para los grupos “lights” y los fósiles para los “fósiles” tercermundistas hacia abajo?

¿Serán “más libres” los atados tratados internacionales de comercio a partir de una eventual segregación de la energía?

¿Seguirán los gendarmes del mundo patrullando y controlando en portaviones nucleares?

La adversidad trae consigo un reto y un camino. La gran oportunidad.

¿Qué camino tomará?

La realidad hablará por sí misma.

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