• 24 abril, 2024

Cuentos Sociales

«Servicio al Cliente»

De Marcos Sánchez

Una de las herramientas que más escaseamos en la gran mayoría de los establecimientos es el real y efectivo uso de lo que llamamos ‘servicio al cliente’.

Por supuesto que fundamentalmente dos factores se conjugan para que esto no se aplique como debe ser: la negativa del empresario a invertir en su capital humano y la escasa preparación-dedicación del empleado.

Usted llegó a un trabajo por una imperante necesidad de suplir sus compromisos y cuando éstos son diversos, se toma lo que sea ya que gracias a los ajustes y recortes en el presupuesto del negocio, escasean posiciones atractivas.

La lista en espera de personas a llamar es prácticamente infinita y dentro de esos enromes archivos llenos de curriculum hay auténticos talentos, pero muchos de ellos son egresados de universidades y no se ‘emplearan por dos cheles’ y en el caso de los que sí lo son, no se les paga algo decente.

Si no hay un padrino, difícilmente se obtenga un trabajo (sea bueno o no), el asunto es que las relaciones e influencias mueven lo que sea. Las féminas llevan la delantera, irónicamente porque en ellas se suman detalles como la presencia y su condición de género, que se ajusta al perfil de un determinado trabajo.

En el caso de los masculinos, la selección tarda mucho más ya que quienes ostentan un largo tiempo en una posición -llena de múltiples beneficios- prefieren esperar la edad del retiro y poner en espera a potenciales candidatos.

Esta dramática realidad es otra falla en la aplicación de atender al cliente. Usted encontró un trabajo, pero el pago es pésimo y la motivación nula.

Justifica esto una cara de pocos amigos que ponen dependientes femeninas ante un cliente?. Es posible, pero usted debe ante todo, orientarse a dar lo mejor de sí que en algún momento le llegará algo interesante:

-“Bueeenooo compadre eta fila se pone cada ve má’ lalga”, me dice una persona detrás de mi.

-“Si, pero tenemos la ventaja de…”

-“¡Epérese! ¡Epérese!. ¿Utede losijito de papi y mami creen que polque etudiaron van a aquerosiano?”

-“Pero señor usted ni siquiera me ha dejado expresarme”

-“¡Olvídate papá que tamo’ en la mima vaina!. ¡Utede con su vaina y ahora tamo tó en la mima vaina!. ¡Aquí somo’ igualito!”

Decido dejar las cosas así por razones obvias. En eso sale de la fila alguien quien se encontraba dos turnos delante de mí y recurre a la odiosa práctica de pedirle tanto al de atrás como al de adelante, que le “cuide” su turno “que vuelve ahora”.

El señor detrás de mí explota nueva vez y lanza una auténtica serie de impublicables apelativos y lo terrible del hecho es que sólo él era la única persona reaccionando en su desdichada ira y arremete desde su lugar en contra de la cajera:

-“Esa e’ la maldita vaina de ete jodío paí. La fulana allá sentá le pelmite a su papi chulo que salga y vuelva a entrá. Cuando viene a vé e’ algo de ella!”

La cajera perdió la paciencia y desde su lugar le contesta:

-“Ete paí tasí pol viejose freco como uté”

En eso llega un supervisor para intentar aplacar el mal momento y se encuentra con un lío más grande que el de Zelaya: la cajera incómoda había obstaculizado el flujo de los que estábamos en fila, provocando así el descontento de todos congregados allí y para colmo, el supervisor arremetió en contra de la muchacha.

Con ánimos caldeados y en un ambiente similar a la trilogía Durán-Leonard, se duplica el murmullo y las quejas hasta que un genio de la seguridad del centro se ‘inventó’ hacer pasar al señor por delante de todo el mundo “para salir de él”!!!.

En ese momento pensé que se armaría la Guerra de Troya, ya que las protestas ahora eran aún más ácidas y a todo esto, la bendita pérdida de tiempo gracias a la ineptitud de unos cuantos.

Por fin colocan al señor delante para que lo atendieran y en eso llegó el bárbaro que “había reservado su turno”:

-“Señor, discúlpeme, pero el turno era mío”

-“¡Vayabañase! ¡¿Uté ta’loco?!. ¡De aquí no me mueve na’má que Dio!”

La cajera con una cara de machete abre los ojos cuando se da cuenta que el señor no tenía tarjeta de crédito y la fila era exclusiva para clientes con dinero plástico:

-“¡Mire! ¡Qué bueno que le pase!. Eta caja aquí e’pa’ pagá con taljeta y uté no tiene”

-“¿Cómo’e la vaina?. ¿Quiere decí que tú ahora no me va’atendé con el cuento ese de la tarjeta?”

Llega el encargado y resuelve invitar al señor a que salga de las instalaciones del lugar. Al retornar, él personalmente atendió a toda la fila y en menos de diez minutos había descongestionado la fila.

Ya en el parqueo me encuentro a una joven encima de mi passola sentada de lado y moviendo los pies más rápidos que una batidora eléctrica.
Para mi asombro, noto que es la cajera y sutilmente le pido que por favor se desmontara que esa era mi motoneta.

Accede y se para violentamente. Al ver su vista fija por encima de mi hombro, miré hacia atrás y veo que viene el supervisor que la había emprendido en su contra.

Me monto en mi passola y escucho de ella decirle:

-“Miravé qué diablo’ tu vasé. Tú me dijite que me tocaba aumento si salía contigo y todavía na’ de na’!!”

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