• 25 abril, 2024

Cuentos Sociales

«La Caja de Galleticas»

De Marcos Sánchez

Uno de los aspectos más llamativos de cualquier niñez son las vacaciones.
Esa temporada es matizada por desmesuradas horas de juegos, tiempo libre ilimitado, giras a otros lugares y cada día representa algo totalmente nuevo con respecto al anterior.

Cuando estaba de vacaciones, las vivencias en mi niñez eran de sumo agrado ya que mis tías paternas nos visitaban o en su defecto, nos llevaban a sus casas.

La mayoría de ellas vivían en Santo Domingo y que irónicamente conocí casi en su totalidad la zona metropolitana visitando clínicas en brazos de mi mamá. Aún así, no dejaba de ser interesante.

De pequeño sufría de bronquitis y mi papá no escatimaba esfuerzos para que siempre que nos pasara algo, quien nos viera fuera un especialista. De ahí los constantes viajes a la capital dominicana que se confundían a veces con épocas fuera de la escuela.

En uno de esos viajes, una tía decide pernoctar en mi casa para seguir su travesía al día siguiente hacia Higüey, en donde se reuniría con otros hermanos para coordinar la tradicional reunión familiar a fin de año.

Mi abuelo fue un hombre muy conquistador y esa característica le dio dos familias con varios hijos, pero logró interconectar a todos previa su desaparición física.

Estando en casa mi tía se sentía a gusto ya que era una mujer conversadora, que combinado con la delicadez de su vestir y la oportunidad de haber sido educada a un alto nivel, era fascinante escucharle hablar:

-“Tia yo no quiero que uté’ se vaya… a mi me guta mucho hablar con uté…”

-“Ay mi querido Marquitos, lo que pasa es que no puedo quedarme porque tengo cosas que hacer en Higüey y debo retornar a la capital a otros compromisos. Pero mira, hagamos algo: como estas de vacaciones, hablaré con tu papá para ver si te dan permiso y te pasas unos días conmigo allá. ¿Qué te parece?”

-“¡Sí, sí!. ¡Me gusta mucho ir a la capital!. ¡Además puedo visitar mis otros primos y ver a mis otras tías!”, le respondo dándole un abrazo que casi le saca el aire.

-“Pues, no te preocupes que me encargo de eso. Ahora me voy a retirar brevemente ya que debo ir al supermercado a comprar algo con tu mamá”

-“¡Está bien tía!”

Ambas se retiran y les acompaño hasta la puerta de salida. En eso pasaba Larry, uno de mis amiguitos de infancia del barrio y me aborda:

-“¿Dianche Malco’ y quién e’ esa americana?”

-“Ja,ja,ja. E’ una tía mía y no e’ americana. Lo que pasa e’ que su mamá era una mujer fina”

-“Pero mira, de veldá que parece una americana. ¿Qué vamo’ hacé’ en la talde?”

-“Reúne a lo’ muchacho’ a vé si jugamo’ pelota”

Entrada la tarde dejo plantado a los muchachos y me quedo en el patio escuchando dialogar a mis padres junto a mi tía. Jugaban dominó y tomaban cerveza a la espera de un sancocho. En un momento determinado mi tía se levanta de su silla discretamente y se retira al baño.

Mami le indica la dirección y aprovecha para pasar por la cocina para ver la evolución del sancocho. En ese momento, mi papá me pide que le busque otra cerveza de la nevera y accedo. Al retornar, vuelvo a sentarme y escucho en altavoz mi mamá llamarme:

-“¡Marcos!, ven acá hijo bello de mi corazón”

Rápidamente me acerco a la cocina:

-“Dígame mami. ¿Qué uté necesita?”

-“Mira a ver qué quiere tu tía que me está llamando y no puedo dejar esto aquí solo”

Voy a la puerta del baño y tocando la puerta:

-“Ecúseme tía. Mami me mandó a preguntarle qué uté necesita”

-“Gracias mi hijo. Dile a tu mamá que me mande la caja de galleticas”

-“OK”, asombrado reacciono y me dirijo nueva vez donde mi mamá sintiéndome más perdido que el hijo de Charles Lindbergh.

-“Mami que dice tía que le mande la caja de galletica’”

-“¡Ah sí!, ve a la mesa del comedor y coge una caja morada y llévasela”

Aún sin entender, tomo la caja y previo a entregársela noto la inscripción del nombre comercial encima que rezaba “Clavel” al junto de dos grandes figuras emulando dos rosas con sendos tallos. Toco, le paso la caja y sigo en el limbo.

Mi tía partió a Higüey al día siguiente y no pude preguntarle sobre mis dudas respecto a la famosa ‘caja de galleticas’.

A fin de año, coincidimos nueva vez en la acostumbrada reunión familiar. Entre saludos a decenas de primo, primas, tíos y tías, por fin logro llegar donde ella y con mucha afabilidad le doy ese gran abrazo:

-“La bendición tía”

-“¡Dios te bendiga mi bello sobrino!”

-“Tía, ahora que ‘tamo aquí quería preguntarle algo”

-“A ver mi niño. ¿Dime?”

-“¿Se acuelda cuando uté fue a casa en vacacione’?”

-“¡Claro! ¡La pasé muy bien con ustedes en esa ocasión!”

-“Bueno, quería preguntarle que ¿dónde e’ que venden esas galleticas que uté compró y pol qué uté se las comió en el baño?”

Provocada, me pasa la mano por la cabeza y me dice:

-“Ja,ja,ja, qué sobrino mío este tan inquieto. Ven, vamos a comer y te digo más tarde”
Ya de adolescente fue que me enteré que el término “caja de galleticas” era alusivo a una caja de toallas sanitarias…

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