• 24 abril, 2024

Cuentos Sociales

De Marcos Sánchez

«Navidad Robada»

Cada día que pasa se torna más indolente en términos de las actuales atrocidades que está viviendo la cada vez desgastada sociedad.
Anualmente llega esta temportada en donde la gente «enloquece» comprando infinidades de artilugios para decorar el sitio donde viva.

Hay aires de algún tipo de esperenza, pero no se ve claramente la llegada de ésta.

Enciendes en televisor y ves que del otro lado del Atlántico los titulares dominantes sólo enfocan violencia, hambruna y desigualdad.

Buscando algo acorde con la época, se busca entonces otro tipo de noticia en los medios tradicionales, mas el hecho se repite nueva vez. Dándole largas al asunto nos auxiliamos de la Internet y cual si fuese un CD en «repeat», aparece lo mismo inclusive, ¡más gráfico!.

Fue entonces cuando decidí salir a caminar y vi a los tradicionales vendedores de manzanas, uvas, peras y diversas golosinas. Sus rostros llenos de buena cara, combinaban junto a esa lúcida mirada, una abierta intención de convencer a su potencial cliente que se lleve algo, pero no pasa nada…

Al mirar en 360 grados, la competencia es demasiado agresiva y dificulta la toma de desición cuando en ambos extremos de las calles ves prácticamente lo mismo. La llegada de los grandes centros, arroparon las aspiraciones del vendedor callejero.

Más abajo sigo caminando y veo una escena bastante clásica: la jugada del dominó, el consumo de bebidas espirituosas y una música bastante alta. Gente riendo y vociferándose entre sí, diseminados en las aceras en toda su extensión impidiendo el libre paso del peatón.

El recorrido parece un Déjà vu visual constante al pasar de un bloque a otro. Los niños ya hace rato que dejaron de serlo y apenas se detecta un destello de lo que fue su inocencia. Su mirada es más desafiante que educada y su accionar, deprimente y bastante penoso.

Siguiendo el paseo, de repente pasan vehículos llenos de las famosas canastas dadas por politicos que serán irremediablemente mal distribuidas, dado el caos colectivo que siempre se adueña de las delirantes almas congregadas allí.

Por fin llego a mi destino. Hago entrega a una monja de una aceptable cantidad de pan, algunas frutas y jugos en cartón. Su reacción al ver mi rostro se divide entre el agradecimiento y la curiosidad. En eso, se nos une el padre regentor del lugar.

Con suma humildad agradece el gesto de nuestro obsequio a los olvidados envejecientes y detectando una honda mirada triste le pregunté:

-«Padre: ¿A dónde se llevaron la Navidad?…»

Comentarios