CULTURA VIVA
“¿Y, qué’e’jeso?”
Así se preguntó con cierta mezcla de ingenuidad y asombro y en alta voz, un joven de unos 15 años, es decir, en edad escolar, con un vestuario casual.
Obviamente que no se refería a la banda de música, ni a los otros militares. Ni a las autoridades, abanderados y demás estudiantes que desfilábamos por una de las calles de la Ciudad Corazón.
Tal “cibaeñismo” se refería, más bien, al motivo y razón del mismo.
Ese joven no es la excepción. El forma parte de esa legión de ciudadanos dominicanos que desconoce asuntos elementales de nuestro país, como es saber que el 8 de marzo de 1817, es la fecha natalicia de uno de los Padres de la Patria: Francisco del Rosario Sánchez. Hijo de Narciso Sánchez y Olaya Del Rosario. Francisco nació antes de que sus padres contrajeran matrimonio.
Si nuestro analfabetismo neto ronda el 20 por ciento, y el analfabetismo funcional lo duplica, entonces, el analfabetismo cultural constituye una mayoría bastante elevada del universo de los diez millones de almas dominicanas.
Por esa debilidad cultural ese muchacho no sabe que él estuvo presente junto a Matías Ramón Mella y otros patriotas la madrugada del Trabucazo el 27 de Febrero de 1844 y, que con apenas 27 años izó la Bandera Nacional, al amparo del lema: ¡Dios Patria y Libertad!, y que días antes fue elegido Comandante de Armas, constituyendo un reconocimiento expreso a su jefatura política y militar, lo que demuestra sus condiciones de líder. Esa decisión fue tomada ante la ausencia de Duarte por razones de seguridad.
Es posible que ese adolescente sea parte de los excluidos del sistema educativo dominicano. El informe de progreso Educativo de la República Dominicana, revela que en las tasas de cobertura de los niveles inicial, básico y medio, somos unos de los tres últimos países del continente.
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Sánchez es reducido a prisión en 1859 por órdenes de Pedro Santana, y es desterrado del país en el mes de septiembre de ese año, por tercera vez. Desde Saint Thomas comienza su lucha contra la traición y venta de la patria, y reclama la unidad de los dominicanos.
Debemos redoblar o triplicar los esfuerzos en la educación dominicana en todos sus puntos neurálgicos y que alcance otras esferas de la sociedad. Por ejemplo, que algún estamento del Estado preparara algunos segmentos culturales para radio, televisión e Internet, de unos 40 segundos alusivos a fechas importantes de la República. Estoy seguro de que los medios de comunicación del país los difundirían ampliamente entre sus respectivas programaciones.
“Mas, si la maledicencia buscare pretextos para mancillar mi conducta, responderéis a cualquier cargo diciendo de alta voz, aunque sin jactancia, yo soy la bandera dominicana”.
Que esa frase esté presente en la mentalidad de cualquier dominicano como parte de su identidad nacional.
De lo contrario, seremos despojados de valores y creencias, y la pregunta inicial arropará
nuestra conciencia y diremos a coro:
“¿Y, qué’e’jeso?