• 18 abril, 2024

Desde mi Trinchera

RELATO DE UNA ODISEA

Quien acude a un centro asistencial en busca de atenciones, si es con Seguro, parece que está pidiendo o solicitando ayuda. Sino, lean lo que me pasó este martes.

Por Félix Jacinto Bretón

¿Por qué quiere usted tirarse una placa? La pregunta me chocó más que una patana que vaya a mil  por una autopista y me hubiese pasado  por encima. Caminando cojo y con un pie alterado, todavía quería ella que le diera una justificación del porque mi interés en hacerme  una radiografía.

Tuve la intención de mencionarle cien veces la madre a la “doctorcita” que este martes estaba en Emergencia, en la Clínica Santiago, la que queda por las proximidades del histórico liceo UFE, para mayor ubicación.

Muy linda -y aparentemente delicada la “doctorcita”- pero, para tratar a los pacientes, parece que no tiene mucha amabilidad que digamos, pues llegué a Emergencia y ni siquiera por cortesía me preguntó que deseaba, pese a que estaba parado frente a ella.

Cuando reclamé, entonces me miró con cierto desdén y me peguntó que era lo que  quería. Le respondí que hacerme una placa. Dónde? En el pie derecho.

Que le pasó? Bueno, resbalé y me di con una piedra en el tobillo. Tiene Seguro? Si, le contesté. Entonces, viene la pregunta del año: ¿Y por qué quiere hacerse una placa?

La sangre se me subió a la cabeza pero, aun así, traté de conservar la calma. La “doctorcita” –eso es para mi aunque sea la mejor- atendía a otras personas que abarrotaban la Clínica Santiago este martes por la mañana.

Está bien, me dijo la “doctorcita”, espere un momento para chequearlo e indicarle la radiografía. Me senté un tanto intranquilo. Acababa de llegar de otro centro asistencial.

Fui a eso mismo. A hacerme una radiografía para ver si tenía alguna fractura en el tobillo. Me preguntaron por el Seguro y le dije que si, que tenía. Entonces tiene que coger un número, me dijo la recepcionista de Emergencia. Cogí el 50  pero  cuando miré la pizarra, apenas iban por el 17 ¡Su madre es que va a esperar tanto, y por ahí mismo salí disparado como “jonda que lleva el´diablo”, y excúsenme la expresión.

Con mi amigo Octavio Cruz, con el que andaba, fui a parar a la Clínica Santiago, donde ocurrió lo que le cuento. Después que la “doctorcita” me mandó a sentar para chequearme, espere más o menos de 25 a 30 minutos.

Ella recibía, llenaba formularios, recibía llamadas, y yo sufriendo callado. Pero no pude soportar mucho tiempo. A Octavio le dije: ¡Vámonos de aquí, que parece que uno anda de lástima, pidiendo!

Me acordé, entonces, que en la Estrella Sadhalá, próximo a la 27 de Febrero, había un buen centro de Radiodiagnóstico. Hasta allí llegamos. La recepcionista me preguntó si tenia Seguro y le contesté positivamente.

Pero, conociendo como funciona eso en el país, y por la experiencia que acaba de vivir, le dije: Olvídese del Seguro. Yo lo que quiero es hacerme una placa para ver si tengo rotura en este tobillo, al tiempo que levantaba y le enseñaba el pie, y olvídese, que yo la pago. “Eso le cuesta 400 pesos”, me informa. Y le respondí: Déle pa´lla cueste lo que cueste.

Fue así que procedió a llenarme los datos y me mandó a sentarme. Al poco rato me llamaron y en minutos ya tenía la radiografía en las manos. Por fortuna, todo está bien y no presento ningún problema en el tobillo, aunque lo tengo un poco alterado.

La situación se me presentó el domingo pasado cuando, al ir a tomar algunas fotos en el Lago Enriquillo, si así como lo leen, resbalé y choqué violentamente el pie derecho  con una piedra, mientras el codo lo apoyaba en otra.

Atiné sólo a levantar la cámara para salvarla del agua. Estaba en la orillita del Lago, por suerte. En esos momentos no sentí dolores fuertes. En el trayecto hacia el Cibao, el pie se me fue alterando y llegué a casa prácticamente “gateando” en la noche.

Compré una fricción llamada “Ice Blue” (valga la promoción). Durante la noche me la puse varias veces en el área del golpe y, al otro día, me sentí mejor. Los dolores habían cedido y podía moverme con mayor facilidad.

El tobillo continuaba alterado, sin embargo, y mi amigo Humberto Triunfel, el síndico de Licey –con él y su familia era que andaba de tours por el sur profundo- me llamaba insistentemente para que me tirara la placa. A este pedido se unió Víctor José, mi sobrino.

Era bueno determinar si había sufrido alguna alteración en el pie. De ahí su insistencia. Por ello fue que decidí acudir a la clínica. “Total, tengo Seguro, por lo que eso no me costará nada”. Eso pensaba y hasta así me lo aseguró el propio  Triunfel.

No pude, empero, mantener mi optimismo por mucho tiempo. Me bastaron apenas un par de horas para comprobar que el Seguro no es tan seguro, sin importar la  compañía que lo apadrine.

Es que, aunque se tenga Seguro, nadie está seguro cuando acude a un centro asistencial en busca de atenciones. Y eso que, en mi caso, se trataba de una simple “plaquita” en el tobillo. Si hubiese sido una operación “de vida o muerte” no quiero mi imaginarme. Y colorin colorado, este relato –que no es ningún cuento- ha terminado.

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