• 18 enero, 2025

Dominican Republic Jazz Festival, tradicionales noches de buen jazz latino

Por Luisa Rebecca

dominican-republic-jazz-festival-tradicionales-noches-de-buen-jazz-latino.jpgCabarete, Puerto Plata.  La noche inaugural de la onceava versiòn del Dominican Republic Jazz Festival, celebrada en el Centro Leòn de Santiago, trajo la participaciòn de Miguel Tejada y luego de Jhon Benitez, como bajista internacional invitado.  Benitez  trajo buenos mùsicos, pero no en ese contexto.  Faltò cohesiòn y sentir parejo.   Esa noche, nos habìa quedado esa sensaciòn de que faltaba algo.  Era ya impresindible  dejar la ciudad y su agitado curso para tomar la carretera del Norte, la carretera del jazz de noviembre y volver a experimentar las sensaciones de este jazz caribeño, intenso y apasionado que caracteriza a esta fiesta de cada noviembre.

Para esta segunda noche, de viernes estrellado, subiò a escena Sandy Gabriel Group, acompañado de Federico Mèndez en la guitarra; Hisdras Alvarez,, en la baterìa; Daniel Alvarez en el bajo; Bienvenido Dinzey en el piano y Sandy en los saxos tenor, alto y soprano.  Sandy arrancò con la vitalidad que le caracteriza, esa misma que le ofrece el respaldo metàlico de su instrumento y la pasiòn con la que se ha vuelto un mùsico digno de cualquier escenario.

Sandy nos sorprende luego de una balada de Eric Clapton, con un «Compadre Pedro Juan», tradicional del folio de los buenos merengues criollos, envuelto en un agradable contexto de jazz, basado en experimentaciòn sonora, entre acordes que, aunque debiò dejarle màs sabor y acordes al merengue, constituye un logro.  Como mùsico y compositor, Sandy parte de la identidad y las raìces nuestras para fusionar con el jazz y darnos como resultado un jazz màs nuestro, capaz de tocarnos mucho màs de cerca.

Esta vez, se hizo acompañar de refuerzos.  El Sandy Gabriel, trajo debajo de la manga,  no sòlo su saxo alto, sino que se hizo acompañar de una artillerìa pesada.  Trajo congas, bongòs, guira y tambora, que emergen del submundo del gènero tipico.  Asi, en estado natural, con su cachè de arriba a abajo, con esa  indumentaria que habla de su trayectoria desde que asoman,  los muchachos del tìpico subieron tìmidos al escenario ataviados con aretes, brilloleo y lentes oscuros, fueron dejàndose llevar por la pasiòn y por la mùsica, luego de empuñar sus instrumentos y asumir sus roles musicales.

Ciertamente, que la gente del tìpico puso su asunto, se envalentonaron y dieron lo que son en el escenario.   Aportaron a las piezas que trajo Sandy Gabriel a esta versiòn del festival.  Pusieron a la gente a sudar y a sentir…   No escapò a esta seducciòn el pequeño Sebastiàn, «saxofonista» de nacimiento, que con a penas tres años, y con sangre de acordes en las venas tambièn subiò a acompañar a su papà.  El cierre correspondiò a «Manteca» de Dizzy Gillespie, para un cierre espectacular que, entre solos de conga, tambora y guira, convirtieron la pieza de Giillezpie en merengue y en historia.

La segunda parte de esta primera noche correspondiò a Danilo Pèrez y su trìo. Este maestro y mùsico panameño, pero con una trayectoria profesional que rompe fronteras, pianista y profesor de la prestigiosa Berklee College of Music, estuvo  acompañado de Ben Street en el bajo y Adam Cruz en la baterìa.

Danilo, un amante de la mùsica latinoamericana, gran valorador de las composiciones de estas tierras, no dejò fuera temas como «Historia de un amor», «Irremediablemente solo», «Contigo aprendì», temas que constituyeron un homenaje a grandes compositores del bolero latinoamericano.

Un medley de Thelonious Monk formò parte del repertorio.  Danilo Pèrez, permite disfrutar de un jazz maduro, de un intèrprete impecable y cuidadoso, acadèmico, pero no frìo, ya que no deja de exparcir las emociones sobre el teclado.   Al final  invitò a los demàs mùsicos de la primera parte a que se sumaran al escenario.  Tocò «Providencia», tema que da tìtulo a su màs reciente producciòn discogràfica.  La noche se convirtiò en una intensa fiesta de sabor latino, donde se mezclaron sensaciones y estilos, orquestados por el maestro Danilo Pèrez.

Ya el sòlo hecho de tener a Danilo Pèrez en la playa de Cabarete, era un lujo y un placer màs que cumplido.  Asì que habìa que retirarse, bajo las estrellas y regresar a Velero Beach Resort para recuperar fuerzas y calmar los ànimos enardecidos que dejò la noche, para regresar al cierre, al dìa siguiente.

NOCHE DE MAS EMOCIONES

La apertura del cierre correspondiò al pianista Chucho Valdès.  Trajo metales y percusiòn, trajo buena mùsica con ese toque ritual yoruba que tanto le caracteriza.  Entre «Estela va a estallar», una versiòn del tema estàndar del jazz internacional «Stella by Startlight», «Danzòn», con intro acùstico entre piano, bajo y bateria; «Zawinu^s Mambo», los extraordinarios solos de Flugerhorn y los de saxo tenor, tambièn hubo espacio para la voz.

La hermana del pianista, Mayra Caridad Valdès incluyò «Como fue», composiciòn de Ernesto Duarte, que se fue disolviendo entre solos de fluger y el respaldo percutivo del bolero, Mayra fue demostrando que es una maestra del fraseo, de la improvisaciòn vocal, del scat y una peculiar cantante de jazz..  No faltaron temas de corte ritual yoruba,  como «Obatalà», tema que da tìtulo a su disco del 2007.   siguieron temas como  «Bèsame mucho» y «Los caminos», el cierre con danza ritual ejecutada por el tocador de batà, un instrumento de la religiosidad yoruba, creencia que tambièn le hermana con Chucho, interpretò «San Josè», que tambièn forma parte de su producciòn discogràfica.

La parte final de este festival estuvo en manos de Cripìn Fernàndez y Rodhen Santos, con una selecciòn de merengues y bachatas tradicionales lavados con jazz.  Entre solos de guitarra elèctrica, con el sabor de Carlos Santana que le imprimiò Federico Mèndez, los sonidos de la trompeta con sordina y el apoyo de la percusiòn, tambièn hubo espacio para «Insensatez», de Jobim.  Tambièn hubo tiempo para rendir tributo a Mario Bauzà, primer latino en «cruzar el rìo» con el latin jazz a cuestas, por allà por 1928.  Pena que Vìctor Wail estaba en los coros y no se aprovechò para interpretar algùn merengue de los buenos.

Luego se soltaron las amarras.  En efecto.  Con los acordes de «Anoche sòñè», a mi juicio uno de los màs hermosos merengues tradicionales nuestros, todos los mùsicos subieron al escenario, sobraron mùsicos faltaron instrumentos, se echò mano al cencerro, al guiro, a lo que fuera.   El pùblico bailò hasta que terminò, hasta que la lluvia bendijo la gran noche y se despidiò hasta la versiòn doce, en el  2011.  Satisfecho entonces mi febril corazòn musical…

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