Dominicanos disfrutan festival Vivamérica en Madrid
Madrid-España- Con 27 grados de temperatura en pleno otoño madrileño, el Paseo de la Castellana era un hervidero humano, una torre de babel donde se escuchaban distintos ritmos y todos los acentos que hacen rica a América Latina.
El desfile del Festival Vivamérica, con que se celebró la conmemoración del 517 aniversario del Descubrimiento, convirtió por seis horas la importante vía de la capital española en un crisol, donde confluyeron distintas expresiones culturales de los países de la región.
Trajes típicos, bailes, indios, mulatos y negros, compartiendo gozosos junto a los españoles esta fiesta cultural en la que se lucieron las representaciones de Bolivia, México y Ecuador, aunque la crisis económica asomó en la reducción de las delegaciones y los recursos utilizados para mostrar a España y el mundo los detalles que diferencias a cada país.
Desde antes de las 4 de la tarde fueron llegando los grupos de familias y amigos que acudieron a la convocatoria hecha por la Comunidad de Madrid. Las embajadas y consulados se encargaron a repartir banderines de sus respectivas naciones, que ondearían hasta pasadas las 10 de la noche, cuando pasó la brigada de limpieza lavando la calle y recogiendo la basura generada.
México y sus Mariachis, su zapateo y sus tradicionales rancheras; Bolivia, haciendo gala del colorido de sus polleras y la picardía de sus chicas, con distintas etnias representadas; Ecuador con su rumba, su cumbia y sus diablos; Colombia con su cumbia; Brasil a ritmo de capoeira.
Al paso de cada comparsa se escuchaban los comentarios de admiración de los españoles y todas las cámaras en alto intentaban eternizar el momento, ya fuera por el colorido o por la originalidad de los personajes representados.
La parte dominicana se inició a ritmo de perico ripiao, con un cuerpo de baile típico compuesto por cuatro parejas. Más atrás el “baton ballet”, integrado por niñas y adolescentes que dejaron a más de uno boquiabierto con su agilidad al manipular el baston y combinarlo con los acrobáticos bailes.
Unos diez diablos cojuelos, se encargaban de mantener el público a raya, lejos del área de desfile, asustando a los niños con sus hermosas y horripilantes caretas.
La comparsa “Se me muere rebeca” se dispersó pronto y detrás de todos, como colofón venía la “trulla” que arengaba el nombre del país y sus rones.
Unos quince minutos más tarde pasaba la carroza en la que cantaba bachatas y sones el cantautor dominicano Víctor Víctor, sin convocar demasiado el entusiasmo del público, no acostumbrado a este tono del popular ritmo.
Casi igual pasó con el argentino Fito Páez, a quien para colmo se le apagó la planta y estuvo detenida su carroza durante unos 35 minutos, mientras arreglaban el desperfecto eléctrico. Su balada rock tampoco entusiasmó demasiado a un público muy diverso que buscaba algo más “vivo” según una española que recogía banderitas dejadas en la calle.
Era la última atracción, detrás venían las brigadas de limpieza y los ciudadanos se dispersaban en busca de la parada de autobús o de metro más cercana.