• 12 enero, 2025

El laberinto de una pandemia

manuel voquez
manuel voquez

Manuel Volquez

Manuel Vólquez

La Semana Santa 2020 se fue desapercibida, sin accidentes de tránsito ni muertes que lamentar. Si algo bueno tiene la cuarentena declarada por el coronavirus es que salvó vidas en este periodo religioso, una tradicional conmemoración cristiana que es tomada por las mayorías de los humanos en el mundo para vacacionar en las playas, balnearios o guarecerse en modernos complejos turísticos.

La ingesta etílica y la exageración en el comer son dos situaciones que caracterizan este festejo. Solo rezan en los templos aquellos que le temen a su Dios o esperan la venida de Jesús. Lo demás es chercha y dispendio.

Esta vez, los templos estuvieron vacíos, no hubo viacrucis, procesiones ni otras jornadas religiosas. Las eucaristías y el esperado Sermón de las siete palabras se ofrecieron por la vía virtual. Nunca había ocurrido cosa igual. Obvio, se trató de una estrategia para salvar vidas evitando aglomeraciones. Me alegro por eso.

Para esta fecha, el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) y otros organismos de socorro nos tienen acostumbrado a ofrecer los esperados boletines dando a conocer los muertos por accidentes de tránsito o por intoxicación alimentaria.

Estas sustancias “calientan” a muchos vacacionistas convirtiéndolos en piezas de robot o en zombis y en esas condiciones, no piensan en las consecuencias de sus actos: conducen como salvajes, comen y beben como animales, nadan ebrios en zonas peligrosas y prohibidas para luego convertirse en víctimas.

Recuerdo que para la Semana Santa 2019 el Centro de Operaciones de Emergencias reportó, un total de 33 muertes en su gran mayoría por el manejo temerario e irresponsable de los conductores embriagados.

Según las estadísticas, 18 de estas muertes se produjeron dentro del operativo de seguridad “Semana Santa 2019: un pacto por la vida”, una iniciativa de vigilancia y protección extremas. En ese conteo, 30 de esos fallecimientos fueron causadas por accidentes de tráfico y tres por intoxicación alcohólica. La principal causa de esos hechos se le atribuye al elevado consumo de alcohol y droga.

En la lista de fallecidos habían dos niños, uno de tres años y otro de cinco. Un tercero murió ahogado por descuido de los padres o tutores. Es normal ver menores bañándose en playas y ríos sin vigilancia de los padres.

En el 2019, un promedio de seis personas murieron cada día producto de los traumatismos acaecidos en accidentes de tránsito, unas 2,095 en total, según las cifras acumuladas por la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett), siendo el año de mayor registro de casos en los últimos 10 años.

Se ha dicho que República Dominicana es el segundo país, de los 182 pertenecientes a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con más decesos en esas circunstancias. Por cada 100 mil habitantes, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Las defunciones aumentaron un 47% en ese año con relación a 2018, etapa en la cual la Digesett registró 1,418 fallecidos. Durante la década perecieron 18,292 personas, el 87% del sexo masculino (16,036). Entre 2009 y 2018 ocurrieron 16,523 accidentes de tránsito.

Tuvo que presentarse esta pandemia para que la humanidad pudiera adoptar, por la fuerza de las armas, una conducta de confinamiento obligatorio. De no ser así, la cifra de fallecidos en el mundo a causa de la peste estaría muy por encima de la que se registra en el momento que escribo este artículo: 110,000 con 1.7 millones de infectados.

Sin embargo, no ha valido el toque de queda de los gobiernos ni la declarada cuarentena para impedir que los ciudadanos continúen aglomerándose en los entornos de supermercados para comprar alimentos o en los bancos.

El llamado a mantener un distanciamiento en las filas usando guantes y mascarillas, no es acatado. Sin ánimo de justificar esa conducta, pienso que es normal que salgan a la calle en busca de comida y otros productos, lo que hace difícil mantenerse confinado en el hogar durante la cuarentena.

Son riesgos que se corren en estos días de epidemia. El punto es que si no nos mata el hambre, nos mata el coronavirus. Y hay que continuar alimentándose para sobrevivir. El Gobierno nuestro no está en condición de suministrar alimentos a 11 millones de personas, apenas da para unas 600,000. Estamos en medio de un laberinto.

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