• 27 abril, 2024

Ideas razonables

Por Rafael Núñez

Siempre le puse mucha atención a los juicios de Juan Bosch. El maestro no sólo era dueño de un cerebro enciclopédico, tenía una memoria prodigiosa para recordar fechas, hechos, detalles y rostros como pocas personas. Le recuerdo planteando la tesis de que había abandonado el partido que fundó en el exilio porque en su seno, el debate de las ideas sucumbió para dar paso al clientelismo.

De 1973 hasta la fecha, se han producido cambios dramáticos en el mundo. En la presentación del libro «Retrospectiva y Perspectiva del Pensamiento Político Dominicano», editado por la Dirección de Prensa de la Presidencia, señalé que nadie imaginó que cuando Mijail Gorbachov anunció la puesta en práctica del proceso llamado Perestroika, un movimiento impulsado desde el Kremlin que se llevó de paro el sistema socialista en casi todo el mundo, con ello desaparecería la pasión por las ideas y el debate ideológico.

La sociedad moderna se caracteriza por profundos avances tecnológicos a partir de la Revolución Francesa y luego en los descubrimientos tecnológicos registrados en los siglos XX y XXl, que se reflejan también en un profundo respeto a los derechos humanos fundamentales, en mayores grados de democracia y de participación de la gente en la construcción de un Estado de derecho.

Esos saltos cualitativos, sin embargo, tienen sus limitaciones propias en que no alcanzan a buena parte de la humanidad y, en ello, los actores políticos deben jugar un rol más activo para que sus organizaciones dirijan este proceso. Una entidad, del tipo que sea, no está en condiciones de encabezar cambios profundos de una nación si ella misma se ha quedado anclada en el pasado.

La crisis de las ideas que se percibe a nivel global ha tocado las puertas y sentado bases en organizaciones políticas vernáculas, que en el pasado jugaron un papel importante en la democratización del país. Las grandes ideas son las que han transformado a la humanidad. Estas no surgen de la nada, pues son el resultado de las prácticas sociales, generadoras de nuevas realidades, aceptadas por grupos capaces de modificar lo viejo. Un partido político no puede estar al margen de esos episodios.

Con las tecnologías de la Información y la Comunicación, de la que hacemos uso provechosamente hoy, podemos masificar nuestras ideas, de manera que lleguen a millones y millones de seres humanos en el planeta; pero esto tiene sus escollos en el complejo proceso de sistematización para fines de estudio. Si bien se cuenta con facilidades para llegar a todo el planeta en cuestión de segundo, la tarea de educar tiene que ser planificada y sistematizada, de manera que un partido político o un gobierno que quiera impulsar sus ideas, debe utilizar los medios tecnológicos disponibles, y llevar estas ideas al debate y la confrontación.

No se puede construir una sociedad fuerte sin una vanguardia que marque la pauta, donde los hombres y mujeres que forman ese instrumento tengan las ideas claras del tipo de Estado que anhelamos. Si hay un conglomerado social, organizado como partido político, que carece de propuesta sobre el tipo de nación que queremos, la población descubrirá que hace varias décadas, ese instrumento se quedó petrificado en el pretérito.

Decía en la presentación del libro al que he hecho referencia que un hombre o mujer sin ideas, sucumbe ante el pragmatismo y ante toda gama de pensamientos superficiales que inundan la vida cotidiana de estos tiempos.

¿Puede un partido político aspirar a dirigir un Estado cuando internamente sus propias cabezas no han definido sobre la base de qué ideas se abrirán camino en un mundo caracterizado, especialmente, por falsos paradigmas?

Algunos amigos hacedores de opinión pegaron el grito al cielo cuando a propósito de la campaña de 2008, el presidente Leonel Fernández se quejaba por la falta de conceptualización de ciertos opositores. ¿Estaba en la verdad el Jefe de Estado? Sí.

Quien no es capaz de articular ideas sobre los graves y complejos problemas que nos depara la actual situación mundial, no está en condiciones de orientar a nadie. Por eso, la falta de contenidos en campañas electorales, caracterizados estos escenarios electorales por una queja constante por quienes son huérfanos de ideas, es lo que explica cuánta razón, ¡y que coraje!, tuvo Bosch para dar el salto y dedicarse a construir otro instrumento, con defectos y virtudes, pero con una visión clara respecto al porvenir. Son propicias para concluir este artículo, las palabras finales de la presentación del libro «Retrospectiva y Perspectivas del Pensamiento Político Dominicano» que decían: Las ideas no perecen, quienes mueren son los hombres faltos de ideas.

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