La biógrafa de Mao cree que el pueblo chino aún no tiene memoria
Zacatecas, México- EFE- La escritora británica Jung Chang, que abandonó su China natal en 1978, afirmó hoy en el Hay Festival que se celebra en Zacatecas (México) que dicha sociedad aún no tiene memoria de los años de Mao porque «la ha suprimido».
«La historia del último siglo en China es un tabú. Todo ha sido escondido debajo de la alfombra. En mis últimos viajes a China, me he encontrado con amigos que pierden el control cuando se les menciona el pasado», comentó Chang en una charla sobre su libro ‘Mao. La historia desconocida’ (2005) en la ciudad mexicana.
La escritora, que fue la primera ciudadana china en lograr un doctorado en el Reino Unido, nació tres años antes de la Revolución Cultural, durante la cual sus padres fueron perseguidos y enviados a campos de trabajo. En uno de ellos, murió su padre.
«Crecí en el intenso culto a la personalidad de Mao, que era como nuestro Dios. A los niños chinos nos enseñaban que él era más importante que nuestros padres y nos vendían como una meta conocerlo en persona», recordó.
Cuando, con 14 años, Chang peregrinó hasta Pekín para conocer al dictador chino, sólo pudo otearlo desde lejos. Entonces, condicionada también por «la violencia y las atrocidades» que se cometían a su alrededor, fue cuando empezó a dudar de él, aunque reconoció que tardó años en culparlo directamente de las mismas.
Las investigaciones previas a la biografía, en las que le ayudó su marido, John Halliday, le derrumbaron aún más mentiras. «No es que yo quisiera desbancar al mito, es que nuestro libro lo desbancó», explicó.
«Quizás la mayor falacia de todas es que él era el liberador de los chinos, cuando es el responsable de tantos asesinatos. Que su retrato presidiera la plaza de Tiananmen es la prueba de que no era ese liberador que cuentan», sostuvo.
Chang ya había descargado toda su ira, confesó, en su autobiografía familiar, ‘Los cisnes salvajes’ (1991), prohibida en China, y sólo quería saber «por qué Mao hizo lo que hizo».
Durante la documentación, descubrió con impacto que «Mao era extremadamente egoísta».
«No le importaba ni su gente, ni su país, ni sus colegas ni su familia. La mayoría de los tiranos tienen, aunque sea, una parte suave con su esposa o con sus hijos. Pero Mao no, ni siquiera salvó a una de sus esposas de la ejecución y tampoco visitó a otra en ninguno de sus diez embarazos», relató.
Bajo la represión de Mao, 38 millones de personas murieron, víctimas de las hambrunas a las que, según Chang, el líder sometía a su pueblo para exportar alimento y poder costear el armamento y la tecnología que le compraba a Rusia, con los que quería convertir a China en una «superpotencia militar que dominase el mundo».
El comunismo no constituye, para Chang, la raíz exacta del problema, aunque sea «un sistema que falla» y que permite habilitar a «gente terrible para llegar al poder y someter a toda una nación».
Es la personalidad de algunos líderes comunistas lo que determinó los destinos de sus países, aclaró Chang, que comparó los duros años de Iósif Stalin (1920-53) en Rusia con las etapas algo más benignas de Nikita Jruschev (1953-64) y Leonid Brézhnev (1964-82).
Precisamente, los archivos rusos fueron «un auténtico tesoro» en el que Chang buceó en busca de testimonios y documentos que le acercasen un poco más a ese personaje cínico y manipulador que, para ella, fue Mao.
Ahora, China es un país al que, según Chang, sólo un último muro de censura separa de la liberalización definitiva. «Esto es el principio del fin», anunció.
«Las niñas de hoy tienen mejor vida y mucha más información de la que yo tuve a su edad, pero el lavado de cerebro aún existe y la información sigue siendo muy incompleta», analizó Chang, cuyos libros están prohibidos en la China continental (no así en Hong Kong) y también tiene vetado allí seguir investigando sobre el siglo XX.