• 25 abril, 2024

La jornada amarilla

la-jornada-amarilla.jpgDe Julio Martínez Pozo

La jornada amarilla por el 4% para la educación porta mensajes que trascienden lo expresamente enarbolado. No se trata solo de que la clase media en sus capas superiores está empoderada del criterio de que la educación es la herramienta fundamental para producir el desarrollo, y que el tema es demasiado importante para dejarlo a merced de los gobernantes de turno.

Es que esas damas y  caballeros, que atendieron gustosos la invitación que les formularon los colegios privados para que enviasen a sus hijos vestidos de una camiseta amarilla; esos jóvenes de las universidades privadas que el lunes acudieron a sus clases, con alguna estampa de la jornada, esa gente que acudió al parque de la Lira y a otros puntos, pudiera estar empleando el tema del presupuesto para la educación para expresar descontentos que de no ser asimilados y reflexionados,  pudieran contribuir a la profundización del deterioro de la imagen del gobierno.

Todas las mediciones están expresando niveles de inconformidad con distintos temas asociados a la conducción  de las políticas  públicas que no deberían subestimarse. La gente se siente desanimada con la marcha de su economía, impotente frente a la percepción de inseguridad, hastiada de la corrupción, harta de incumplimientos, de ausencia de una priorización eficaz de la inversión pública, y  eso se carga a una cuenta: a la del gobierno.

Esos protestantes de los que algunos funcionarios han pretendido mofarse, tienen un gran parentesco con los sectores sociales encarnados por el Partido de la Liberación Dominicana, y un partido no debería desentenderse su gran base de sustentación: la clase media dominicana.

Las administraciones de  Fernández tienen aportes  en cuanto a los  objetivos de los sectores que han salido a confrontar el gobierno bajo la bandera de la educación, porque son las que más han insuflado las expectativas de desarrollo, y las que mayor estabilidad han dado al desempeño económico.

Son las que mejores condiciones han logrado instaurar para la consumación de los tres principales anhelos de la clase media: vivienda apropiada, vehículo confortable y educación para los hijos.

La clase media no anda en protesta porque les estén faltando esas cosas, lo hace porque se ha estado permeando de la convicción de que si no sale a construir el país al que aspira, le van a ir legando una sociedad cada vez más deteriorada.

Es  percibido que la que anda de mal peor no es la educación de los hijos de los integrantes de la Coalición por una Educación Digna, lo que ocurre es que ellos saben que si no se ocupan de la educación de los más pobres, habrá  más asaltos,  más clientelismo y menos institucionalidad.

Sin educación no hay mano de obra capacitada, no hay salida del círculo de la pobreza a menos que no se empleen esas vías que desde los ochenta nos están aportando una sociedad violenta e insegura.

El gobierno ha encarado con torpeza un reclamo a cuya corriente debió adherirse, aún a sabiendas de que no estaba en condiciones inmediatas de satisfacerlo, pero, cuando menos, pudo haber pactado un compromiso.

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