• 20 abril, 2024

La Muerte

la-muerte.jpgSobre la muerte se reflexiona desde hace muchos siglos. Se escribieron, y se siguen escribiendo, interpretaciones cristianas y no cristianas sobre este evento del que ningún ser viviente escapa. En menos de una semana, la guadaña de la muerte tocó a dos comunicadores. La primera noticia me sobrecogió porque se trataba de un trabajador, un miembro de la Red de Comunicadores de La Romana, que fue encontrado sin vida en su vehículo, con aparente síntomas de envenenamiento.

De Henry Polanco, presidente de la Red de Comunicadores de esa provincia, y quien el miércoles 10 de noviembre participó de un encuentro con el presidente Leonel Fernández en el Salón Verde del Palacio Nacional, su muerte me dejó perplejo.

Polanco era un comunicador muy querido en su provincia natal; siempre fue respetuoso, sencillo, conciliador y un gran padre, preocupado por los problemas de su comunidad. Me estremeció la noticia de que su cuerpo había sido encontrado sin vida, en el interior de su vehículo, en una casa en construcción, con aparentes síntomas de envenenamiento. Esa información conturbó a toda la Dirección General de Prensa de la Presidencia.

La segunda noticia trágica sacudió a la sociedad dominicana: se trataba de la muerte del más completo comunicador, productor de televisión y humorista dominicano, Freddy Beras Goico, cuya vida llegó a su fin luego de una larga lucha contra la letal enfermedad del cáncer. Las grandes cualidades humanas y profesionales de Freddy se manifestaron en sus programas en incontables momentos de su vida, lo que el pueblo dominicano le reconoció durante las honras fúnebres del sábado en el Palacio de Bellas Artes, y en todo el trayecto al cementerio, este domingo cuando su cuerpo, finalmente, descendió en el féretro hasta la morada final.

«Muera yo la muerte de los justos», se ha dicho. La muerte física es inevitable, pero quienes conocimos a ambos seres humanos (Henry Polanco y Freddy Beras Goico), nos resistimos a esa dura realidad, pues ambos actuaron en sus vidas, guiados por la justicia.

El comunicador romanense dejó de existir de una manera inesperada, sin que se hayan establecido razones que pudieran llevarle al envenenamiento, como se sospecha se produjo su muerte. Polanco era un locutor dedicado a su trabajo en la radio local, a la formación de sus hijos, que todos los días en la mañana llevaba al colegio, recogía posteriormente al mediodía y antes de almorzar hacía una oración con su familia. Quien le conoció no encuentra razones válidas para atentar contra su vida, motivos que le indujeran a dejar a su esposa e hijos solos en este mundo; pero los fiscales y las experticias necrológicas determinaran las causas de su muerte, mientras los motivos siempre serán injustificados.

La muerte de Freddy Beras Goico, por otro lado, ocurrida el miércoles en la madrugada, ha consternado a la sociedad dominicana porque el extraordinario humorista lograba, a contrapelo de cualquier angustia personal, hacer reír al más aburrido, con el humor espontáneo y la risa contagiosa, propias de su sello personal.

En las oportunidades que tuve el privilegio de compartir con él, disfruté su humor repentista, cargado, a su vez, de una inteligencia y cultura como ningún otro humorista. La imaginación de Freddy no tenía límites, su gracejo hacía que cualquier situación se convirtiera en un libreto de humor. Cierto es que este pueblo hubiese preferido tener a Freddy unos años más, pero la vida tiene su final. Le llegó el día de la muerte física y debido a todo el bien que hizo a miles de familias dominicanas, será recordado por siempre.

La muerte física y espiritual, de acuerdo con los fundamentos cristianos, tiene su origen en el pecado de Adán, de manera que la desaparición física constituye tanto símbolo como expresión adecuados de aquella muerte más profunda que es consecuencia inevitable del pecado, con la que forma una sola unidad. El único que venció la muerte fue Jesús, un ser extraordinario que con su hazaña lavó los pecados de todos.

El filósofo griego Epicuro de Samos, que vivió Antes de Cristo, escribió sobre la muerte. Entendió que ésta era una quimera y lo dijo de la siguiente manera: «mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, no existo yo». Sobre la muerte, un criterio parecido tenía el prosista y poeta español Antonio Machado, quien refirió que «la muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muertes es, nosotros no somos».

Henry Polanco y Freddy Beras Goico, cada uno desde su espacio y dimensión, construyeron una imagen pública, sirvieron a sus conciudadanos y trabajaron por el bien común sin importar la maledicencia proveniente de amargados y envidiosos, personajes, estos últimos, que siempre están presentes en las vidas de los hombres y mujeres de buenos sentimientos.

La muerte debe ser vista como algo natural. En Hebreos (9-27) se afirma: «está establecido para los hombres que mueran una sola vez».

El escritor austríaco, Stefan Zweig, biógrafo de María Antonieta y Fouché, planteó su visión particular sobre la muerte: «No basta con pensar en la muerte, sino que debe tenerla siempre adelante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre».

Si sabemos que la muerte es una realidad indeclinable, imitar el ejemplo de Freddy, que vivió para servir, es un buen paradigma. Si se actúa tratando, siempre, de lograr el equilibrio, sin hacer daño a los demás, movido por intereses genuinos, podemos afirmar que la vida es un átomo sobre un Atalaya, en permanente vigía, esperando por la muerte, que nos llevará a dormir eternamente.

Por Rafael Núñez

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