• 19 abril, 2024

Máximo Gómez y Demi Moore

Por Rafael Núñez

No puede haber  una relación armoniosa y confiable con América Latina mientras en ciertos estamentos donde se diseña la política exterior de Estados Unidos haya una visión neocolonial al momento de ver los problemas de nuestros pueblos con el mismo cristal imperial de siempre e igual prejuicio de antaño, que levantó la roncha en nuestros ancestros.

Como una costra en el caldero, que se ha enraizado en los órganos de tomas de decisiones en los Estados Unidos, que sólo se explica, además, por el peso que ejercen los intereses corporativos y de grupos de presión, para imponer su voluntad en el enfoque de los problemas de América Latina.

Ese proceder neocolonial se expresa a menudo de manera arrogante, no importa que en la presidencia de Estados Unidos se encuentre el primer presidente negro de la historia de ese país, cuya voluntad de transformación de ciertas conductas añejas norteamericanas no está en duda.

A pesar de que los tiempos han cambiado, de que ya casi pasa la primera década del siglo XXl, la mentalidad neocolonial cohabita en importantes oficinas del Departamento de Estado con visiones de estos tiempos, encaminadas a un trato más respetuoso, amable y horizontal con sus vecinos de Nuestra América.

El informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre trata de blancas, dado a conocer hace unas semanas, es un ejemplo evidente de que el color del cristal con que cierto burócratas estadounidenses ven la realidad de nuestro pueblo es el mismo que utilizaron sus antepasados cuando cometieron el error histórico de meter la cuchara en nuestros problemas domésticos.

Ese criterio arcaico choca con la nueva realidad que imponen los tiempos de unas relaciones basadas en el multilateralismo, de respeto a la soberanía, diálogo y posturas sinceras de buen vecino, encaminadas a crear un clima de cooperación, desarrollo y paz entre los pueblos.

Colocar a República Dominicana en una lista negra de países que no hacen nada por combatir la trata de blancas, y sostener que nuestro país es permisivo con la compra y venta de personas cuando se sabe que el gobierno del presidente Leonel Fernández ha utilizado los foros internacionales para denunciar esa práctica y pedir que se tomen medidas efectivas para erradicarla, es un desacierto que sólo cometen aquellos que no conocen la realidad de sus vecinos, y quienes tienen una mentalidad neocolonial.

Si responde a la primera causa, de un desconocimiento total de lo que ocurre en América Latina, también demuestran los redactores del informe que tampoco conocen lo que pasa en su propio patio.

Hay que ver la viga en el ojo ajeno, dice un refrán muy usado en estas tierras latinas. Ha sido la propia actriz norteamericana Demi Moore la que denunció en el Senado que “tan sólo en Estados Unidos entre 150 y 300 mil niños son esclavizados y vendidos para el sexo”. En la página web del Departamento de Justicia de ese país, en la sección «tráfico de menores», se reconoce que hay 293 mil jóvenes, la gran mayoría de ellos niños en fuga o echados de su casa, que viven en la calle.

Pero aún hay más. Reconoce el sitio web del Departamento de Justicia que el enrolamiento en la actividad sexual comercial “es un problema endémico”. Y es que, señores, no se trata de un mal particular de un país, sino de un problema global, que se ha extendido y afianzado por los problemas de pobreza y otros males sociales, alimentados como paradigmas por nuevos mecanismos de comunicación, que no son necesariamente de factura latinoamericana.

Cuando la protagonista de la película Ghost (1990) denuncia que hay niñas estadounidenses que son compradas o vendidas en ese país por gente que muy pocas veces son procesadas judicialmente, está revelando una realidad inocultable, la que no quieren ver los redactores del reciente informe del Departamento de Estado. República Dominicana no es la panacea, y no lo puede ser. Nuestros males están ahí y no los podemos ocultar, pero mientras los estamentos de poder de Estados Unidos nos quieran tratar como el papá pegón, entre nosotros habrá distanciamiento y suspicacia.

Esas son costumbres heredadas del neocolonialismo, que han quedado petrificadas en las mentalidades conservadoras de ciertos estamentos de poder de los Estados Unidos.

Siempre habrá una respuesta adecuada, no importa que venga de su propio lado, como la denuncia reciente de la actriz Moore o de nuestros antepasados, como ocurrió cuando ese mismo país encontró la actitud valerosa de un dominicano en Cuba, Máximo Gómez, al rechazar la propuesta colonialista del gobierno estadounidense de la Enmienda Platt, con la que se mancilló la soberanía por la cual luchó y se sacrificó el generalísimo Gómez, el mismo jefe de las tropas mambisas que había hecho añicos las intenciones también colonialistas de España en la Guerra de Independencia de Cuba, que concluyó en 1898.

Hay que señalar que ni Gómez era comunista ni Demi Moore anti norteamericana. Es cuestión de realidad y falta de  visión para comprender las causas de nuestros males.

Comentarios