• 26 abril, 2024

Narcotráfico al desnudo

narcotrafico-al-desnudo.jpg«… El placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres». (José Martí, Santiago de los Caballeros, 13 septiembre 1892)

La maquinaria de relaciones públicas disponible aquí y en Puerto Rico para tratar de lavar la cara a la red de narcotráfico más poderosa de los últimos años se puso en funcionamiento desde que el capo José Figueroa Agosto fue capturado este año en una operación coordinada en la que participaron todas las agencias de aquella isla con la colaboración de las autoridades dominicanas.

La labor de relaciones públicas de esa maquinaria tenía y tiene la misión de presentar a Figueroa Agosto y los miembros su banda como infelices ciudadanos que nada tienen  que ver con el crimen organizado, el tráfico de drogas y las actividades sicarescas a la que se dedicaron por diez años.

La verdad se impone tarde o temprano. Y se ha dicho que la verdad es dura de ver. Todo individuo que esté involucrado con esta banda, por acción u omisión, que ponga su barba en remojo porque las acusaciones federales incoadas contra este red en  el expediente levantado por las autoridades puertorriqueñas, es de brinco y espanto.

Cuando se publicó nuestro libro Figueroa Agosto: El Poder del Narco, entre las ligerezas que salieron a relucir por parte de algunos “opinadores” se hacía alusión a que en la publicación se vinculaba erróneamente a los implicados con actividades de narcotráfico.

¿Es acaso el expediente de la Corte del Distrito de Puerto Rico, de 54 páginas, una invención? Con el fin de confundir al país, algunos de los inculpados en el expediente dominicano alegan que tenían una relación con Cristian Almonte Peguero o Felipe Rodríguez de la Rosa, pero que no conocían a Figueroa Agosto. Ahora que en la acusación por narcotráfico en Puerto Rico, Almonte Peguero y Rodríguez de la Rosa son las mismas personas, ¿qué alegarán ahora estos y sus abogados?

Una investigación que me llevó diez meses de trabajo intenso, sin dejar de cumplir con mis delicadas funciones, fue objeto de ataques propios de gente que opina sin conocimiento de causa, o, para decirlo con la propiedad del maestro Juan Bosch, que habla por boca de ganso.

Pues bien, esa maquinaria de relaciones públicas buscaba a través de algunos de los abogados de la defensa establecer en los medios de comunicación dominicanos y en diarios de Puerto Rico la supuesta candidez de Figueroa Agosto, que tuvo que salir huyendo de República Dominicana porque algunos sicarios criollos le querían matar.

Luego de fallar en algunas tratativas para confundir a la opinión pública dominicana, haciendo aparentar que su pareja consensual habría sido secuestrada de un salón de belleza, la maquinaria de relaciones públicas trató de enlodar a oficiales de la DNCD de comprobada probidad, planteando la tesis de que en el momento del allanamiento, el pasado 3 de septiembre, desapareció un bulto de dólares.

No temerosos de la verdad, tejieron mil especulaciones contra los generales policiales y antinarcóticos que dirigieron con responsabilidad la investigación, en coordinación con las autoridades de Puerto Rico, a los fines de desarticular esta red de narcotráfico.

Al pisar suelo borinqueño por primera vez una autoridad dominicana, quien suscribe se enfrentó a una realidad desconcertante: Figueroa Agosto era un fugitivo de cuyo expediente se tenía escaso conocimiento, pero las agencias puertorriqueñas no tenían en su agenda ese caso en el mismo orden de prioridad que el gobierno dominicano. Fue luego, con la visita de jefes policiales, antinarcóticos y fiscales, que se despierta mayor interés y preocupación en Puerto Rico.

Conocidas las acusaciones federales por narcotráfico, no cabe dudas de que las distintas tesis planteadas en nuestro libro, no son fruto de una novela sicaresca o de la fabulación.

Una primera tesis que va a quedar despejada, planteada en el libro, es la imposibilidad de que Figueroa Agosto fuera utilizado por alguna agencia oficial norteamericana como agente encubierto para detectar personajes criollos ligados a ese bajo mundo, tal como habían planteado ciertos hacedores de opinión pública.

La segunda, y esta es la más importante, es la estrategia fallida de los defensores locales y puertorriqueños de que Junior Cápsula, como se le conoce en Borinquen, era poco menos que un respetado hombre con las condiciones de ser incorporado al Coro de Niños Cantores de Viena.

Gracias a la determinación del presidente Leonel Fernández, quien dio instrucciones precisas a los mayores generales Guzmán Fermín, a la sazón jefe de la Policía, y Rosado Mateo, presidente de la DNCD, las investigaciones apuntaban por el bueno camino. Determinación e inteligencia delictiva llevaron a los dos organismos criollos a plantearles a sus homólogos puertorriqueños la certeza de que Figueroa Agosto se escondía allá.

Antes de que Figueroa Agosto fuera apresado en Puerto Rico, quien suscribe participó en una reunión de coordinación en aquella isla a la que acudió el superintendente José Figueroa Sancha, así como los jefes de la DEA y de la Secretaría de Asuntos Penitenciarios, entre otros organismos.

Con la firmeza que les ha caracterizado, todas las agencias de Puerto Rico se pusieron a disposición de las dominicanas para dar con su paradero. Un punto determinante para llegar hasta él fue la inteligente labor de investigación ordenada por Guzmán Fermín a oficiales de la Policía, coordinado por el actual jefe Polanco Gómez, para desarticular el equipo de sicarios pagado por Figueroa Agosto para silenciar testigos. El trabajo de inteligencia desarrollado por ese equipo habrá que tomarlo como paradigma de investigaciones posteriores.

La acusación federal que pesa contra Figueroa Agosto y los demás miembros de la red lo implica en el trasiego de 8 mil 849 kilos de cocaína desde 1994 hasta 2008, fardo que difícilmente el capo puertorriqueño y sus socios de allá y de aquí puedan eludir, para lo cual se auxilian de la maquinaria de relaciones públicas. Al capo se le han instrumentado 12 cargos criminales, entre ellos conspiración con intención de distribuir sustancias controladas e importar a territorio estadounidense.

El último fracaso de esa maquinaria de relaciones públicas se produjo días antes de que el FBI realizara una redada con casi 300 hombres para darle un golpe a la red, al intentar presentar a Figueroa Agosto, a través del diario El Vocero, como un hombre que estaba preso por 209 años bajo una sencilla acusación de falsificación de pasaportes. Copio textualmente una crónica de El Vocero de hace dos semanas:

“Junior Cápsula nunca fue acusado en el foro estatal por cargos de tráfico de narcóticos. En cambio, en el foro estatal, Figueroa Agosto resultó convicto por su participación en el secuestro y asesinato de Arnaldo Martínez, alias Nandy el Güero. Actualmente Junior Cápsula está en prisión federal por cargos relacionados al uso de un pasaporte falso para salir del país”.  Que bien, que simple, como si los investigadores del FBI y República Dominicana fueran borregos.

Hay que destacar que en el actual gobierno del presidente Fernández se han desmantelado las tres principales redes de narcotráfico: la de Quirino Ernesto Paulino, el grupo de Paya y la de Figueroa Agosto, lo que demuestra voluntad política para enfrentar ese flagelo, sin importar quienes estén involucrados. Seguiremos atentos sobre los pasos de la maquinaria de confusión, que busca impunidades.

– Rafael Núñez

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