
Moon fue juramentado el miércoles, solo un día después de ganar las elecciones presidenciales por el más amplio margen en la historia del país.
En su discurso inaugural a la Asamblea Nacional, el mandatario dijo estar preparado para liderar un importante esfuerzo diplomático internacional en busca de una resolución pacífica a la cada vez más tensa situación de seguridad en la región.
“De ser necesario iré directo a Washington. Iré a Beijing y a Tokio. Y si las condiciones se cumplen, iré a Pyongyang. Para traer la paz y la seguridad a la península coreana haré todo lo que pueda”, dijo Moon.
Su elección busca cerrar el amargo capítulo de la destitución de su predecesora, Park Geun-hye, involucrada en un escándalo de corrupción en el que grandes conglomerados manejados por poderosas familias pagaron más de $69 millones de dólares a fundaciones de dudosa reputación manejadas por una amiga cercana y consejera, a cambio de favores gubernamentales.
Moon prometió liderar con el ejemplo para terminar con la corrupción.
“Seré un presidente limpio”, prometió. “Vengo a mi inauguración como presidente con nada en mis manos y cuando me vaya tampoco tendré nada. Regresaré a mi casa y me convertiré en un ciudadano común.
Moon ha dicho que también negociará con Estados Unidos, el principal aliado surcoreano, y con China, el mayor socio comercial de Seúl, en torno a un controvertido sistema estadounidense de defensa de misiles emplazado en Corea del Sur. Beijing dice que el sistema le permite a Washington espiar las operaciones militares de China.
La Casa Blanca divulgó un comunicado felicitando al nuevo presidente y dijo que espera poder trabajar con Moon para reforzar la alianza y “profundizar la amistad y la cooperación entre nuestros dos países”.
