
En su saludo a los fieles de lengua española, el papa explicó que «solemos esconder nuestras heridas, nos cuesta perdonar y vivir en paz con Dios, con nosotros mismos y con los demás» por lo que pidió que Cristo «nos ayude a redescubrir la alegría y la belleza de vivir para poder dar vida a los demás, y que nos enseñe a ser en el mundo, azotado por la muerte y la destrucción, instrumentos de misericordia y reconciliación».
Mientras que a los fieles de lengua árabe, en particular a los procedentes del Líbano y de Tierra Santa, les indicó que «el cristiano está llamado a dar testimonio de que el amor y el perdón son más grandes que cualquier herida y más fuertes que cualquier injusticia».
En sus llamamientos, el pontífice estadounidense y peruano no hizo referencia a las guerras en Gaza y Ucrania como en otras ocasiones y sólo hizo referencia a la situación en Madagascar.
«Me entristecen las noticias que llegan desde Madagascar sobre los violentos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los jóvenes manifestantes, que han provocado la muerte de algunos de ellos y un centenar de heridos», dijo.
Y pidió que «se evite siempre toda forma de violencia y se favorezca la búsqueda constante de la armonía social mediante la promoción de la justicia y el bien común».
