• 19 abril, 2024

¿Quién en mi Madre?

¿quien-en-mi-madre.jpgPor Luis Manuel Gómez Gatón

Día de la Solemnidad de Nuestra Señora María de la Altagracia

La primera vez que alguien me refirió el pasaje en que Jesús preguntaba:

¿Quién es mi Madre?

Me pareció oír del llanto de una persona que heredaba  la  orfandad de una noche que se prolonga más allá de sus pasos.

De una noche que aprisiona el pulso, como los grilletes con que el carcelero ata los brazos y las voluntades de los  hombres cautivos; de manera que sus oídos ya  no escuchen, ni sus ojos  hallen hendidura  para avistar el alba.

Con el tiempo y la lectura orante comprendí que esta expresión, más que pregunta, es el centro de un discurso que alborota las claves de la vida; que nos motiva a escudriñar tanto en la palabra escrita como en el espíritu por el cual los textos sagrados se convierten en palabra viva.

Hermanos míos son ustedes (Cfr.  Jn. 20,18)

E hijos de mujer libre, llena de gracia. (Cfr.  Gal 4,22) (Lc.1,30)

Pues al oír la voz de nuestro Padre, no duda en cumplir su voluntad (Cfr.  Lc.1,38)

Y siendo saludada como reina se proclama como la sierva del Señor (Cfr.  Lc.1,38)

Por cuanto el Altísimo ha hecho grandes cosas en su favor (Cfr.  Lc.1,49)

Bendita la llaman todas las generaciones (Lc.1,48)

Que  regocijados con su visita exclaman como Isabel:

¿Quién soy yo para que venga a mí la Madre de mi Señor? (Lc.1, 43)

Pregunta que Jesús responde y proclamación que nos confirma, con el poder que tiene su testamento en el culmen del suplicio.

Basta con mirar como Jesús, en el momento en que se consagra como el Cordero de Dios para la expiación de nuestros pecados, emplea palabras precisas y puntuales, que son privilegiadas por la fuerza memorial del acontecimiento más grande de la historia.  Con ellas rasga el velo tendido por los profetas, para que todo aquel que tenga entendimiento entienda los episodios que discurren en aquel escenario, en donde el dolor  y el amor se confunden.

Él sabe que su legado solo podrá ser reconocido por aquellos que siendo amados, correspondan a su amor. Y a éstos les dice:

Hijo, a ti que eres mi discípulo amado te entrego a mi Madre, y a ti Madre, que me diste la Sangre que hoy estoy derramando para el perdón de los pecados, te entrego a mi discípulo amado.

Al final la pregunta que nos queda es ¿Sabes tú, quién es tu Madre

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