• 25 abril, 2024

«Quirúrgicos»

quirurgicos.jpgRafael Núñez
Con el título que encabeza a estos párrafos calificó el gobierno de los Estados Unidos su plan de recortes de presupuesto para el Pentágono, que alcanza 450 mil millones de dólares en los próximos diez años, como parte de los ajustes económicos anunciados el pasado 14 de febrero, una disminución histórica al mayor gasto militar del planeta.

Por intermedio del secretario de Defensa, León Panetta, y el jefe de Estado Mayor Conjunto, general Martin Dempsey, la opinión pública mundial se enteró que el gobierno norteamericano decidió pasar la página de una década de guerra, hacia una disminución del gasto, que incluye la reducción del ejército, para entrar a una etapa de «mayor eficiencia».

Los titulares de los principales diarios en el mundo confirmaron el anuncio que hizo el 5 de enero del pasado año el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, de que el Pentágono achicaría el personal militar en Irak y Afganistán en la mitad, es decir que de 180 mil soldados se bajaría a 90 mil. Si de gastar menos en el plano militar se trata, la noticia parece halagüeña. Pero veamos.

De visita a República Dominicana, el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, John Kelly, en una inusual comparecencia ante los medios de comunicación dominicanos reforzó dos líneas de pensamiento que han sido importantizadas no solo noticiosamente, sino editorialmente bien ponderadas por los principales diarios de circulación nacional.

La primera afirmación del jefe militar estadounidense es un reconocimiento a la Armada Dominicana por contener la emigración ilegal de haitianos hacia su país, que utilizan el Canal de la Mona para llegar a territorio puertorriqueño.

Mientras en Estados Unidos sectores de la sociedad civil enfilan cañones contra el país por una alegada política de violación a los derechos humanos contra los haitianos, Kelly acude al importante Comité de los Servicios Armados de la Cámara de Representantes del Congreso para reconocer «la significativa colaboración de la Armada ante el aumento del tráfico de haitianos hacia territorio norteamericano», al tiempo de «valorar los esfuerzos que se hacen para buscar una salida a los centenares de miles de inmigrantes indocumentados en su territorio».

«El contrabando humano produce un número alto de víctimas; los mares embravecidos ponen en peligro la vida de los inmigrantes», refirió el alto cargo militar tras señalar que «más de dos mil haitianos hasta febrero de este año han sido descubiertos tratando de cruzar el canal con Puerto Rico, en comparación con menos de 200 en los últimos ocho años sumados».

En el contexto de sus declaraciones a los medios dominicanos, Kelly advirtió el tipo de presión que tendrá su unidad militar en el sur ante la realidad que representa para ellos combatir no solo el tráfico humano en la región, sino el de armas y drogas.

Acerca de este último punto es preciso recordar que en un artículo anterior advertimos de las consecuencias funestas para los países de Centroamérica y El Caribe, las limitaciones de no poder articular políticas públicas nacionales de seguridad ciudadana en la zona, tendentes a reducir los niveles de inseguridad, disparados a raíz de que Estados Unidos volcó buena parte de su presupuesto y esfuerzos logísticos a la lucha contra el terrorismo en el Medio Oriente, especialmente en Irak y Afganistán.

En el anuncio reciente hecho por el Pentágono y el Departamento de Defensa de acciones «quirúrgicas» en sus presupuestos, el secretario de Defensa, Chuck Hagel, decía: «Es el momento de ser realistas. Este presupuesto reconoce la realidad y la magnitud de nuestros desafíos fiscales en el peligroso mundo en el que vivimos». Adelantó el funcionario que si no había acuerdos en el Congreso con las cuentas de 2016, se producirían disminuciones aún más drásticas.

Los temas migratorios y del crimen organizado tienen que ver, en buena parte, con las condiciones de vida en que viven millones de ciudadanos en el continente.

El 13 de septiembre de 2010, en aquel escrito de mi autoría titulado «Una política global contra las drogas», refería que «en Estados Unidos no pueden seguir viendo los conflictos que generan el consumo y tráfico de drogas como elementos disociadores que se producen en los Estados fallidos, como se atrevió a proclamar uno de sus generales al referirse al caso de México».

La reforma migratoria del presidente Obama es solo un parcho coyuntural a los problemas de flujo de personas que se trasladan a territorios distintos al suyo en todo el mundo, buscando mejor calidad de vida. Y en esa búsqueda de mejoría, hay otros segmentos poblaciones que no alcanzan a tomar una yola, una góndola u otras formas de acarreos fronterizos, en aras de un sueño que a veces se convierte en pesadilla.

El tráfico humano, de drogas y armas son hermanos siameses. No es posible que las políticas estadounidenses en esa materia resulten palos a ciegas, lo que se refleja en el abandono, primero, de los esfuerzos para detener esos flagelos en América Latina para enfocarse en la lucha contra el terrorismo, en tanto ahora se anuncia el recorte de los servicios de vigilancia en nuestras aguas caribeñas y centroamericanas.

Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas del planeta, con recursos superiores a los nuestros, resulta que cuando decide hacer «intervenciones quirúrgicas» en el presupuesto, éstas afectan las sensibles arcas de los gastos de vigilancia de las aguas internacionales en la zona por donde los narcotraficantes y la delincuencia organizada de América del Sur ha tomado como ruta para sus negocios ilícitos. Como los aviones Súper Tucano han resultado efectivos, el crimen organizado cambió la ruta hacia el mar.

Si el Comando Sur emite la voz de alarma contra un tráfico creciente de drogas (y ahora de haitianos), qué será de la Armada de la República Dominicana, que a pesar del sostenido esfuerzo que hace día a día, reconocido por Estados Unidos a través del general John Kelly, no dispone de modernas y veloces embarcaciones para vigilar 12 millas náuticas de mar territorial (22,224 metros) y 200 millas náuticas de zona económica exclusiva. Hay que poner atención, pues sabemos de casos en los que cirujanos han dejado el bisturí dentro del cuerpo del paciente después de una intervención quirúrgica.

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