
Cada mañana, los que residentes en las comunidades del Cibao se despiertan con una noticia de un hecho de criminalidad, sin que muchos muestren siquiera preocupación o alarma.
Los lamentos son momentáneos, como el caso del hombre que asesinó a su pareja sentimental, mató a su tía y una prima en Moca.
Las condenas judiciales por feminicidios no atemorizan a los agresores, mucho menos a los de sicariatos, casos que están a la orden del día.
La capacidad de asombro que tantas veces hemos visto se está perdiendo y parece la tiraron al fondo del mar.Una sociedad que ve la criminalidad, la corrupción y los pequeños y grandes delitos como algo normal, está destinada a desaparecer.
Quizás quede algo de tiempo, pero requiere de un esfuerzo colectivo.
