• 26 abril, 2024

Somos rehenes del tiempo

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Manuel Volquez

Por Manuel Vólquez

He observado a individuos caminar a toda prisa por las calles, mientras otros son todo lo contrario. ¿Qué los motiva a adoptar esa conducta?

Un estudio científico realizado por la Universidad de Leicester de Inglaterra, sostiene que, sin importar el peso o estado físico de una persona, si este camina más rápido en diez años se puede alargar la vida, en comparación de las personas que camina despacio.

Para llegar a este resultado, el equipo de investigación realizó un estudio a un grupo de mujeres de 56 años en promedio de 10 años de 2006 y 2016, en el cual se llegó a la conclusión que los individuos que caminan rápido tienen larga vida.

“Las mujeres que caminan de manera ágil mostraron una expectativa de vida entre 86,7 y 87,8 años, mientras que las que caminan lento mostraron cifras de tan solo 72,4 años”, dice el estudio citado por la Universidad Británica.

En el caso de los hombres, el resultado obtenido del estudio indica que los caminantes vigorosos viven entre 85,2 y 86,8 años, contra 64,8 años de los que no.

Ante estos resultados, los científicos señalan que sus hallazgos podrían ayudar a aclarar la importancia relativa de la aptitud física en comparación con el peso corporal en la esperanza de vida de las personas.

“En otras palabras, los resultados sugieren que, tal vez, la aptitud física sea un mejor indicador de la esperanza de vida que el índice de masa corporal (IMC), y que alentar a la población a caminar más enérgicamente puede añadir años a sus vidas”, concluye Tom Yates, uno de los autores del estudio de la Universidad de Leicester. (Fuente: portal web Walac Noticias, 20 mayo 2019).

Independientemente de la importancia de ejercitarse, pienso que en todo este relato prevalece un fenómeno del que no escapamos nunca y nos ha convertido en rehenes: el factor tiempo.

Investigaciones realizadas por científicos británicos también señalan que los humanos de hoy caminan más rápido que los de épocas anteriores y la razón es la presión que ejerce la responsabilidad laboral. Nos apuramos para llegar a la hora al trabajo o algún compromiso de cita sentimental o de otra índole. A veces, el caminar se combina con el correr para tomar el metro, un taxi o un autobús. Lo importante es no quedar mal.

Hay empresas que toman con rigidez el factor tiempo e incluso sancionan a sus empleados si llegan tarde al trabajo y lo mismo ocurre si éstos abandonan la empresa antes de la hora de salida, sin excusas.

El invento del reloj se convirtió en una camisa de fuerza para los humanos. Mirar a cada instante el movimiento de las manecillas del reloj nos disciplina para la puntualidad. Es cierto. También nos esclaviza y nos pone rápido. Naturalmente, todo dependerá del criterio que tengamos sobre la puntualidad. En eso, los británicos llevan la delantera.

Un estudio comparativo levantado en el 2008 respecto a otro del 2018 determinó que el 10 por ciento de las personas caminaba más rápido que en el 2008.

Los sujetos que se desplazan despacio son vistos como un obstáculo para los más rápidos. Vi un documental donde narraba que en Inglaterra un ciudadano fue muerto a tiros por obstaculizarle el paso a otro peatón que tenía prisa en llegar a su destino, de esos que se abren paso en las filas con empujones salvajes. El conductor de un tren tenía prisa en llegar a tiempo a su destino y de camino impacto a otro tren provocando 50 muertes.

El mismo documental comentaba la posibilidad de establecer carriles para los caminantes lentos y otros para los más rápido. Incluso establecerían multas para las caminantes tortugas, que serían vigilados por policías (creo que es una exageración). Ese proyecto fue aceptado por las alcaldías londinenses, pero no se materializó porque era muy costoso pues había que transformar las calles con carriles peatonales especiales e instalar cámaras de supervisión muy sofisticadas.

El tiempo, por igual, ha transformado la conducta de los niños en edad escolar. Los niños ya no tienen mucho tiempo para jugar debido a que el tiempo que disponían para esas diversiones los padres los han inducido a otras ocupaciones, tales como salas de tareas, escuelas de música, inglés, lecciones de teatro, lecturas, bailes, disciplinas deportivas y otras.

Otro factor en el que incide el tiempo es el uso prolongado de los celulares y tabletas. Niños y adolescentes dedican largas horas a esos dispositivos, al extremo que descuidan las tareas escolares, no asimilan nada de los libros y reprueban las asignaturas. Se trata de “la generación de idiotas y cretinos digitales” de la que hablaba el laureado científico Albert Einstein.

Cuatro conceptos describen los efectos causados por esos equipos en la conducta de los usuarios: “Una generación de idiotas”, “La fábrica de cretinos digitales”, “Inteligencia artificial” y “La inteligencia contextual”, que estarían marcando el destino final de nosotros. Y todo por la presión del

tiempo.

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