• 18 abril, 2024

Sonajero

snajero.jpgGrisbel Medina R.

Pedro Jaime

 Al ser chiquito y flaquito, confianza no había para el otrora hermanito de Ramón que le llevaba comida y ropa limpia al campamento de béisbol. Pedro Jaime era el muchacho que aspiraba a lanzar rectas imbatibles, a dominar en un terreno que en su niñez era ocupado por adolescentes y jóvenes altos, de contextura fuerte.

Poco caso le hizo a los ciclones verbales que soplaban angustia y dudas sobre sus deseos de ser más que un número en las Grandes Ligas. Con la importante zapata de la formación de hogar, avanzó el hijo de Manoguayabo por caminos largos. Mantuvo el humor en un escenario de múltiples intereses y no negoció su honestidad -y qué decir de su humildad- en las distintas aceras que la vida le colocó.

Pedro Jaime, el segundo dominicano en el Salón de la Fama del Béisbol, el compatriota de Cooperstown, no quiere ser recordado como el hombre de “los números”. Quiere que su imagen sea afín a una meta, a la esperanza de seguir sumando logros como nación en base al trabajo, a la determinación, a la honradez.

El camino del éxito no es un dechado de rosas.

 Sacar la cabeza en un mundo de tanta competencia está reservado a quienes aprenden a gobernar instintos, a canalizar las energías, a cultivar buenos hábitos. En la ruta florecen vicios y muerden egos peligrosos para los vacíos de autoestima, los amantes del metal.

Contra viento y muchas mareas, el hermano de Ramón, el otrora chiquito y flaquito, se convirtió en “Pedro el Grande”, en el dominicano que variaba agenda e inspiraba juntaderas porque “hoy picha Pedro”.

Hoy más que nunca hagamos valer su sugerencia: “No vean al Pedro Martínez que consiguió los números. Quiero que me vean como una señal de esperanza para un país tercermundista, para Latinoamérica. Queremos una República Dominicana más digna, una República Dominicana más comprometida”.

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