• 26 abril, 2024

Sonajero

Grisbel Medina

La pobreza desampara

La pobreza genera indefensión. Y aliada a una tragedia como la que asoló a Haití, la multiplica mil veces. El terremoto no sólo ha legado un cementerio de cemento y cadáveres amontonados retratados, quizás por amor a un Pulitzer fotográfico.

El sismo dejó atascada la vida de los que respiran en campamentos, a expensas de bandas haitianas de mirada filosa, arma tosca y la gente que durante muchos años ha hecho de ese país un oasis comercial.

A la falda marchita de Haití han llegado también los traficantes de personas, comerciantes de órganos, mercaderes de piel.

Esta práctica lucrativa para gente no tan gente pero bien posicionada a nivel internacional, se guarece en la incertidumbre y desolación que fabrica la pobreza.

Y tiene en la niñez que no puede valerse por sí misma, la población meta de acciones que atentan contra la humanidad y sus derechos.

Los diez estadounidenses que sin permiso intentaban pasar por la –a veces desierta– frontera dominicana con 33 niños y niñas haitianos, revela una situación nada nueva pero igual de reprochable. Debemos estar pendientes. La pobreza, aquella que alimenta el desamparo, es archienemiga de la niñez y de otras poblaciones (personas con discapacidad, embarazadas) que la desgracia y el infortunio hace más vulnerable.

Una fundación (Refugio de Niños Nueva Vida) con asiento en Idaho, Estados Unidos, es la entidad que según los reportes, se llevaba infantes haitianos entre dos meses y doce años a un “albergue” en territorio dominicano.

Si aquí se mantuvo un negocio personal en los desmantelados Hogares Luby (donde vivían en condiciones inhumanas infantes y adolescentes con discapacidad), las esquinas son hogares atestados de humo y dolor de niños y niñas que trabajan en la calle y en Cienfuegos una red de proxenetas seduce adolescentes para explotarlas sexualmente en colmadones de esa ciudad satélite, qué no ocurrirá en Haití donde la indigencia es un látigo que aprieta y ha golpeado por años la nación que retó los monarcas esclavistas del mundo al declararse república libre en 1804.

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