• 18 abril, 2024

Sonajero

Grisbel Medina R.

La Bachelet

Donde le correspondía rayar el voto, Michelle Bachelet llegó conduciendo, con su madre al lado y sin tígueres de anteojos negros para inspirar “respeto”. Solita ejerció su derecho en las elecciones chilenas que le reportaron la silla presidencial de su país en el 2006. En Chile, aquella larga franja de tierra con las mejillas frente al Pacífico, Michelle Bachelet supo gobernar y culmina el mandato con un 84% de popularidad no diezmado por ciertas críticas luego del sismo-tsunami que enterró a 700 y pico de sus compatriotas.

Hoy Michelle Bachelet cede la silla al multimillonario Sebastián Piñera, un hombre de otra tendencia política a quien vi reunirse con la Presidenta luego del terremoto en Chile. De Piñera se dice allí que tiene “todos los cuartos del mundo y un chin más”. Bachelet, hippie en sus años universitarios, es médica pediatra e hija de un general torturado y asesinado en los primeros años de la dictadura del tenebroso y mil veces muerto Augusto Pinochet.

Al ‘remenearse’ la tierra en grado 8.8 en Chile, la Presidenta que no tiene cuentos ni colas de corrupción, voló inmediatamente a la zona afectada y no habló a la cámara hasta que no tuvo balance y juicio certero. Priorizó la acción a la promoción. Uniendo los episodios que atestigüé, percibo que Bachelet, contrario a la norma dominicana, no utilizó a su favor la exposición mediática que sobrevino al sismo. Transmitió seguridad  y fuerza. Fue tan jefa de Estado que las críticas, a lo interno del país, no la tocaron.

Yo, nacida en una patria merenguera (o ¿patio de atrás?), gobernada por un Presidente que visitó en mocasines el barrio arrastrado por la riada del Yaque, vi cómo la Bachelet que no hizo nada por reelegirse (contrario a la mayoría de presidentes latinoamericanos amigos de ratificarse: Evo, Chávez, Uribe, Leonel Fernández), pasaba balance de las acciones del gobierno con los ministros al lado, a quienes les pasaba el micrófono para que dieran cuenta frente al país de las labores y medidas asumidas luego del terremoto y posterior tsunami que tanto daño hizo, sobre todo en la ciudad chilena de Concepción.

“Aún persiste, en unos países más que en otros, la discriminación de las mujeres en cuanto a las oportunidades. No hay igualdad definitivamente. A las presidentas debe evaluárseles como presidentas no por el hecho de ser mujeres”, dijo en una entrevista reciente a BBC.

La dirigente del Partido Socialista abandona el Palacio La Moneda con un porcentaje de popularidad que jamás acumuló un mandatario chileno. En la tierra que baila cueca, se cosecha uvas y se produce el vino que Neruda degustaba en copas de colores, hay una mujer demócrata, sobradamente empoderada, cuyas aptitudes reflejan bien el liderazgo que pueden y deben asumir las mujeres.

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