Sonajero
Ligeros de equipaje
Grisbel Medina R.
En abril se marcharon Sonia y el Gabo. El abril de las lunas redondas, las brisas fogosas y atardeceres brillantes guardó para sí el último resquicio de vida, de la vida física de la Silvestre y el Gabo, ambos tan ligeros de equipaje.
Sonia era la voz de siempre en las actividades de los que levantan el puño izquierdo al cantar el himno del movimiento verdinegro del 14 de Junio. “Llegaron llenos de patriotismo, enamorados de un puro ideal”, iniciaba la canción en honor a tantos héroes, muchos más los anónimos que los conocidos. Ella, sin gestionar honores, sonreía como ríen las muchachas de pelo rizo y eterna libertad en las pupilas. El tiempo, leve pero muy intenso, dejó huellas en su mirada, pero jamás las telarañas de los años la anquilosaron ni dejaron que el ego de los teatros la hiciera presa de sus humos.
El Gabo era la compañía de mis vacaciones del colegio y las clases de literatura donde era de rigor hacer la sinopsis de la obra, descubrir personajes e identificar el contexto en que escribía el autor… Leerle por adelantado, por invitación de mi padre, me permitió ayudar a mis compañeros de clases en esas asignaciones que tanto disfrutaba. Me hice tan cercana de ciertos protagonistas, que creía ver a Florentizo Ariza haciéndole “yuca” a doña Fermina Daza en “El amor en tiempos del cólera”. De tanto llevarle la vida y leer sus partos macondianos, he podido recitar la biografía del Gabo y hasta abordé con él aquel tren de colores que le regresó a Aracataca, el campito perdido de Colombia donde nació. Le recuerdo con lentes grandes, la cara hundida en surcos y chaquetas más grandes que él, siempre ligero de equipaje y sin pedir para sí ni siquiera un aplauso, aún cuando el mundo pudo y quiso dedicárselos. A la inmortalidad así se va la gente trascendente, en silencio y muy livianos. Sonia y su bufanda de color, su Ojalá, su solidaridad, su compromiso con su Patria y su renuncia a la fama porque a cambio pedía abandonar la nación que tanto necesitaba de su voz. Ligeritos y trascendentes, se fueron Sonia y el Gabo.