• 26 abril, 2024

Sonajero

snajero.jpgS.O.S. Constanza

Grisbel Medina R.

“Solamente cuando el último árbol esté muerto, el último río esté envenenado y el último pez esté atrapado, entenderemos que no se puede comer dinero”, es una frase ajena que alecciona, que desnuda el afán de lucro por el que los seres humanos han condenado a muerte los recursos naturales.

El afán de tala para embellecer casitas de veraneo, el corte indiscriminado de bosques para abrirle paso al cemento frío de las urbanizaciones, sumado a la venta de troncos ante los ojos de las autoridades de Medio Ambiente, es otro de las guantazos que el país no debe darse el lujo de soportar.

El municipio de Constanza, verdecito y templado, levanta su bandera contra el robo de sus bosques. Su gente ha marchado por sus calles denunciando el grave daño ecológico al hábitat que produce y resguarda el agua que todos bebemos.

Frarman García, parte del equipo coordinador de la manifestación realizada el pasado miércoles, denunció que en los últimos años ñcon la complicidad de las autoridades- han talado el 33 por ciento de pino occidental, una variedad que tarda cerca de 20 años para alcanzar un tamaño regular.

La severidad de la devastación en Constanza mantiene en alerta y constante protesta a sus buenos hijos e hijas, a dolientes del municipio, ante la ausencia de ciertos ahijados políticos que una vez ganaron una partida del Estado, se volvieron sordos y la abandonaron para siempre.

Cada día, hasta diez camiones cargados de pinos, que es lo mismo que el tesoro del valle, salen de Constanza sin que llame la atención del silencioso Presidente ñante el tema Loma Miranda- ni del ministro de Ambiente, Bautista Rojas Gómez, dueño, por demás, de una cabaña en el corazón de un monte. “Constanza es cuna del nacimiento de los principales ríos, la principal zona boscosa del país y el pulmón del Caribe a consideración de la UNESCO. Además, el escenario soñado de cientos y miles de turistas, quienes ante esta acción criminal, sacarían de su agenda a este municipio como su lugar favorito para vacacionar”, manifiesta el colega García. Y yo vuelvo al principio: “Solamente cuando el último árbol esté muerto, el último río esté envenenado y el último pez esté atrapado, entenderemos que no se puede comer dinero”.

Comentarios