Sonajero
Allan perdió la pierna por la agresividad de un conductor uniformado (en vehículo oficial pagado por los contribuyentes) que cruzó el semáforo en rojo. Su estrepitoso galope mutiló la aspiración de pelotero de un muchacho que tendrá que re-aprender a conducirse en la vida con una discapacidad motora.
La velocidad seduce. El volante vende el sueño de que eres dueño o soberana del mundo. Y si al gustito de tomar el control le añadimos inobservancia de las leyes, imprudencia y los consabidos efectos del alcohol y las drogas, tendremos, como actualmente padecemos, desdichas latentes en las vías públicas.
La ciudad, asaltada por conductores en diferentes tipos de montura, acorrala y amenaza la vida de sus peatones. Aquí se conduce rápido, se acelera para burlarnos de la gente que casi vuela de una acera a otra y de ñapa se prende un insoportable coro de bocinas que hace la calle cada vez menos humana y condescendiente. En pocas palabras, el caminante es tan maltratado como los animales que también se atropellan y se abandonan en carretera.
Si manejas, en tus manos y las mías están los sueños, la vida y las piernas de muchos hermanos peatones como Allan, el hijo de la ju