• 27 abril, 2024

Un sueño de los padres

un-sueno-de-los-padres.jpgDe Rafael Núñez

El pasado miércoles, 2   de marzo, Día de la Policía, acudí a la graduación de la trigésima tercera promoción de cadetes del Instituto Especializado de Estudios Superiores, en Hatillo, San Cristóbal, donde fueron investidos como nuevos oficiales 34 jóvenes, hombres y mujeres, que juraron servir a la Patria, defender el orden público y la seguridad ciudadana.

Encabezaron la ceremonia el presidente Leonel Fernández, la Primera Dama, doctora Margarita Cedeño, el jefe de la Policía, mayor general José Armando Polanco Gómez, el Ministro de las Fuerzas Armadas, teniente general Virgilio Pérez Félix y los jefes de Estado mayor de la Marina, el Ejército Nacional y la Fuerza Aérea. La promoción Juan Bosch hizo galas de un aprendizaje correcto de la disciplina, que en todo el discurrir del acto pareció provenir de entrenamientos militares.

Con el fin de ser integrados al Plan de Seguridad Democrática, estos jóvenes se sometieron a un riguroso entrenamiento durante 4 años, lo que les permitió adquirir los conocimientos y las técnicas policiales contenidas en el pensum impartido en el Instituto de formación policial, dirigido por el general de brigada Latif Miguel Mahfound Rodríguez.

Desde que se inició el acto, poco después del mediodía, con la llegada del presidente Leonel Fernández, el toque de diana correspondiente ordenó el silencio. Puestos de pies, se escuchó el sonido de los tacos de los zapatos de militares y policías, mientras las miradas de invitados y anfitriones se posaron en la pareja presidencial.

Un sol bravío quemaba el asfalto en la explanada de entrenamiento, escenario para graduar a los 34 jóvenes que durante 48 meses “barrieron” con sus cuerpos cada centímetro de tierra y petróleo para tener el derecho de que en sus hombros, se impusiera la insignia de segundo teniente.

Los aspirantes a oficiales de tercer y cuarto años, esperaban que el empoderado jefe de las tropas, cadete Ramsés García de los Santos, diera las instrucciones a los fines de rendir los honores de estilo al presidente de la República.

Con los movimientos propios, rendidos al presidente de la República, y entonadas las notas del Himno Nacional de parte de la banda de música de la Policía, el coronel Ernesto Rodríguez García, director de la Escuela de Grado Academia para Cadetes 2 de Marzo, caminó hasta el parco presidencial para pedir permiso al mandatario, con lo que se inició un evento memorable para aquellos jóvenes.

La voz del cadete de cuarto año William Martínez Encarnación se escuchó en todo el recinto al leer el juramento de los nuevos oficiales policiales. Con la seguridad de quienes fueron entrenados para la disciplina, las botas del grupo de Guardia Bandera se dejaban sentir, mientras oscilaban hacia la izquierda. Frente al palco presidencial, el graduando Ramón Castillo Pérez hizo traspaso de bandera a Ramsés García de los Santos, un cadete de cuarto año que espera graduarse el próximo año.

El cambio de mando y la entrega del cordón académico fueron impecables, como lo habían practicado. El comandante del Cuerpo de Cadetes, mayor Jorge Payano Rodríguez,  vio con orgullo cuando la graduando Juana Tejada Rodríguez hizo la entrega al cadete de cuarto año, Gil Pedro Dicló Reyes.

Vestidos con sus uniformes de gala, expectantes, los graduandos salían por primera vez para no dejar más el escenario. Sus corazones se aceleraron, mientras el mayor Capellán Alejandro Antonio Cabrera Fernández hacía la invocación y la bendición de los anillos.

Una vez terminado el pedido al Todopoderoso,  algunas manos femeninas comenzaron a sudar y a temblar en la carpa dispuesta para los familiares de los graduandos.

El general de brigada Mahfoud Rodríguez, Rector del Instituto Especializado de Estudios Superiores de la Policía, improvisó el discurso de orden que arrancó aplausos en la concurrencia.

A pesar de las elevadas temperaturas, causantes de ríos de sudor que corrían por las espaldas de los presentes (faltando escasos minutos para las dos de la tarde), el llamado del alto oficial a los graduandos para que respetasen los derechos ciudadanos, a que actuaran con honradez, dedicación y al servicio de la Patria, fue como un bálsamo entre los presentes.

Entre un puñado de hombres, una mujer, se llevó los máximo honores. Osvaldo Cepeda y Cepeda, coronel de la Fuerza Aérea, Diplomado de Estado Mayor, con la maestría propia de los años de experiencia, la llamó por primera vez cuando, en nombre del grupo, recibió el diploma de egresada:  «Juana Tejeda Rodríguez»…Una joven trigueña, de contextura flácida y segura de carácter, se puso de pies para llegar hasta la mesa presidencial. En su actitud se puede leer, a primera vista, su carácter, positivismo y determinación, herramientas fundamentales para que un ser humano lograr sus metas, con reconocimientos por encima de sus compañeros.

Se procedió al juramento de honor de los graduandos  y la imposición de insignias a cargo del coronel Ernesto Rodríguez García.

De siete reconocimientos y premios por su destacada participación, el maestro de ceremonia llamó en tres ocasiones a la graduada Juana Tejeda Rodríguez: Merito al Honor; Merito al Conocimiento y Merito a la Dignidad.

Al  escenario entraron las madres de los 34 jóvenes (o aquellos que pudieron tenerlas ahí, aclaró Cepeda y Cepeda) para colocar en las manos de sus hijos el anillo de graduación. Estas madres sacrificadas con el fin de ver a sus hijos graduados, se abrazaban a ellos. Escenas de llantos prolongaron por  más tiempo aquel momento inolvidable para ellos. Eran sus muchachos y muchachas que arribaban a una meta.

Estos padres, de origen humilde, construyeron de la nada a hombres y mujeres, quienes al recibir el sable de mando, asumen la responsabilidad de ser guardianes de la seguridad ciudadana y el orden público, a los fines de construir (como hizo Nehemías en Israel) las murallas que sirvan de contención al crimen organizado y a la delincuencia, en este país bendito por Dios.

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