• 26 abril, 2024

Sonajero

Esencia

Grisbel MedinaGrisbel Medina R.
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El Ministerio de Educación, la institución por la que levantamos sombrillas y banderas amarillas para que recibiera el 4 por ciento del tesoro nacional – establecido por ley- ha gastado 18 millones de pesos en un módulo de la Feria Internacional del Libro 2014, en descarado recuerdo a las loas y mausoleos que se agenciaba el chivo dictador Trujillo. En una réplica del edificio que aloja el Ministerio que será demolido en un par de semanas, se fueron 18 millones de pesos, recurso que tanto bien haría en escuelas de los campos dominicanos.

En la Feria Internacional del Libro los funcionarios públicos compiten por quién tiene el ego más abultado, al construir enormes palacetes en un recinto más parecido a una feria de diversiones que a una cita con la lectura, autores y libros.

¿Quién sería el ganador de esa “contratica” de dieciocho millones de pesos para derrochar en un módulo imperial ordenado por el Ministerio de Educación que rige Carlos Alberto Amarante Baret? En un país donde no hay ni un solo preso por corrupción y donde su Congreso legisla para despojar a la ciudadanía del único recurso para querellarse contra quienes malversan el erario, el Ministro Baret declara -con carita limpia incluida- que “acoge” las críticas por el tema de la feria y tomará en cuenta el asunto “para el año próximo”. Y así nos tragamos la amargura porque el incumbente deja eso así, nadie le hala las orejas y capítulo cerrado.

En lo que la Feria Internacional del Libro transcurre, con mucha música y venta de comida por supuesto, le recuerdo a Amarante Baret algunas necesidades educativas que 18 millones ayudarían a resolver. Por ejemplo, la escuela de Los Auqueyes, en una montaña de Azua, necesita un dormitorio para que la maestra asignada no duerma en el piso. En todo el país hay jóvenes escritores añorando publicar su primer libro. Camino a La Cumbre, en ruta hacia la Costa Atlántica, hay escuelas en los costados empinados, necesitando una mirada del Estado. En las comunidades rurales de Fantino, cuando llueve, los estudiantes no pueden llegar a la escuela y el alambrado amenaza con partirles la vida de un corrientazo. Muchos pendientes, señor Ministro.

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