• 20 abril, 2024

Sonajero

Valle sin dolientes

Grisbel MedinaGrisbel Medina R.
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Dominicana es en sí misma un universo. Culturalmente variopinto, rico en músicas, en sentimientos. Geográficamente también es nuestro país un cosmos de micro climas, de paisajes disímiles. Hay en mi terruño un desierto en Las Dunas, Morro y playa de arena pesada en Montecristi, arenilla blanquísima en Las Terrenas. Hay mares inyectados por las venas de un río frío como el San Rafael en el Sur, hay caminos misteriosos como el que conduce a playa Paraíso.

Pero hay más, muy cerca de mí cae sin remordimientos la cascada Aguas Blancas, la más alta de las Antillas Mayores. Y sus aguas refrescan la vida en Constanza, el municipio donde tengo amigos queridos y recuerdos imborrables. En ese valle encantado se desarrolla un movimiento turístico cada vez más deseoso de una estancia de descanso, de sembradíos vegetaleros, de un frío para abrazar, de jardines florales, de plantaciones de fresas, de gente que es muy gente. Hay cabañas privadas, hoteles con oferta cada vez más tentadora y hasta familias que en Semana Santa alquilan sus casas a los visitantes locales y extranjeros.

En esa misma Constanza de la generosa Benza Gutiérrez, la dama de los dulces de coco, que en cada diciembre cita la niñez de su pueblo a un festín y una entrega de juguetes -de su bolsillo, sin padrinos políticos- hace falta la guía permanente del Ministerio de Turismo, el apoyo de la Policía, la AMET y especialistas de la medicina. Si alguien padece un dolor después de las diez de la noche, se muere, pues solo hay un médico en la Emergencia del centro en un municipio de aproximadamente cien mil habitantes.

Además, Medio Ambiente mira para otro lado mientras hurtan los pinos de las lomas La Cotorra y La Culata. Constanza es una joya natural que brilla en la orfandad de sus autoridades. Siendo un banco de agua, el principal del Caribe, su gente sufre de sed. Y para colmo, después de conquistar cargos políticos, sus hijos en el gobierno del PLD se mudaron y armaron tienda en otro lar, pero siguen cobrando en la nómina de su terruño.

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